sábado, 31 de agosto de 2013

[SSS] Capítulo 5: Furor

Capítulo 5: Furor

Michelle amaneció como si tuviera la ligereza de una pluma. Había llegado algo tarde a casa, pues había estado la noche anterior estudiando con Myo.
Así que la ley de Hess permite combinar cada una de las etapas para obtener la reacción total en un paso y con eso calculamos la dichosa entalpía…-murmuró mientras se rascaba la cabeza por detrás tras apagar el despertador.
Se levantó de la cama. Contempló durante unos segundos una foto que tenía al lado de la cama en la que salían sus padres con él en medio.
Papá, mamá…-Michelle se entristeció un poco.
Sus padres habían sufrido un accidente de carretera y se encontraban ingresados en el hospital. Les costaría mucho recuperarse completamente. Ese día le tocaba ir a verlos, por lo que pronto se le pasó el pequeño arrebato de tristeza. Se sentía en una nube de algodón, en un trono en medio del paraíso. Había logrado superar sus dudas de clase gracias a Myo, había hecho un entrenamiento genial la tarde anterior y, lo más importante de todo…se había coronado en la gloria con ese momento de sexo oral tan intenso con su amigo. Aún recordaba cada segundo, cada caricia, cada intercambio de calor, cada intercambio de fluidos, cada lengüetazo, cada sabor, cada movimiento. Empezó a sentirse apretado. Miró hacia abajo. El recuerdo de su encuentro con Myo le estaba causando una buena erección.
Bueno…-dijo Michelle para sí mientras iba a hacerse el desayuno-…dicen que hay que empezar el día con alegría.
Introdujo una taza de medio litro llena de leche en el microondas, dejó un plátano encima de la mesa de la cocina y volvió a su cuarto. Se tumbó en la cama y se quitó lo único que llevaba, la ropa interior.
Myo…-dijo mientras empezaba a tocarse el pene para aumentar su erección.
Separó las piernas, alargó el brazo con el que no se estaba masturbando y apoyó la cabeza en la almohada para ponerse lo más cómodo posible. Se retiró el prepucio con un rápido y hábil movimiento. Comenzó a masajearse y a pensar en lo sucedido ayer. Además, en su mente se dibujaba la imagen de Myo y  él sentados juntos en una mesa con los libros abiertos. Le inspiraba una gran ternura. En cuestión de décimas de segundo, su pene quedó duro como una piedra. Sin darse tregua, se lo agarró bien fuerte y comenzó a masturbarse a un ritmo frenético. Pronto empezó a agitarse, a arquear las piernas y a convulsionarse. El éxtasis de su fantasía lo invadía. Mientras casi quemaba su robusto y enorme pene, el microondas pitó.  Justo en ese instante, el chico vio que se había puesto perdido. El chorro de semen le había llegado casi hasta el cuello. Se levantó con una sonrisa, fue a lavarse las manos y se tomó el vaso de leche tras añadirle generosas cantidades de cacao en polvo. Después se dio una ducha, se vistió, hizo la cama, agarró su cartera, con otra mano cogió el plátano que había dejado antes en la mesa y salió de casa, cerrando la puerta con llave, tras lo que devoró el plátano en dos bocados, tiró la piel al cubo de basura y comenzó a caminar a paso firme hacia el instituto.
Cuando había avanzado dos manzanas, algo tiró de él hacia un callejón sombrío y lleno de contenedores.
¿Qué demonios…-preguntó mientras se sacudía a quien lo estuviera agarrando.
La fuerza de Michelle era demasiada para cualquier transeúnte promedio que quisiera forcejear con él.
¡Ayúdame!-le dijo la persona que lo había agarrado.
Vestía de blanco completamente. Tenía el cabello de color castaño claro recogido en dos coletas dobladas sobre sí mismas haciendo la forma de gotas de agua. Sus ojos eran del color del café. Los símbolos rojos de su indumentaria delataban que era una enfermera.
¡Ven, por favor!-le suplicó a Michelle-¡Un paciente se ha caído de la ambulancia y ha rodado hasta esa esquina!-señaló a la negrura del fondo del callejón-¡Pesa mucho, no puedo levantarlo y la ambulancia no puede aparcar en esta manzana!
Michelle observó que toda la manzana estaba llena de coches aparcados. En el fondo del callejón podía distinguir algo moviéndose.
Está bien, te ayudaré a llevarlo hasta la ambulancia.-Michelle era muy justo y altruista para estas cosas, además de que intentaba ser un caballero y aquella joven enfermera le recordaba a las de sus revistas…pero no lograba excitarse con ella, tal vez por la gravedad de la situación o tal vez por lo de Myo.
Muchas…-dijo la enfermera sonriendo pícaramente-¡GRACIAS!
Cuando Michelle se hubo lanzado al callejón, la enfermera le clavó, por detrás, una jeringuilla en el cuello. Le inyectó el contenido, causando que se desplomase.
. . .
¡Qué raro que Michelle no esté aquí, con lo trabajador y lo persistente que es siempre!-se extrañó Priscille en el recreo-No nos avisó de que tuviera nada especial que hacer…y no nos ha llamado por si está enfermo o algo…
Myo pensó si había alguna relación entre lo del día anterior y la ausencia de su amigo. ¿Y si no podía…o no quería…mirarlo a la cara tras el pasional intercambio de felaciones que hicieron?
Es absurdo.-pensó-Después de eso, vino a mi casa y estuvimos hablando de cosas totalmente distintas. No obstante, no puedo evitar preocuparme…
¡Myo!-dijo Priscille-¿Estás bien?
Sólo estaba…-dijo él-…preocupado por Michelle.
Al parecer lo habían llamado por su nombre varias veces y no había contestado.
No pasa nada, chicos, Michelle es demasiado fuerte para cualquier cosa que le pueda pasar.-dijo Alice con confianza-Le mandaré un mensaje en nombre de todos y saldremos de dudas.
Alice cogió el móvil y comenzó a escribir un SMS.
Buena idea.-concedió Priscille-Suele llegar justo de tiempo, pero nunca tantas horas tarde…debe de haber tenido un imprevisto.
. . .
Cuando se despertó, Michelle se encontró en la azotea de un edificio. Había un enorme rótulo luminoso publicitario cuya cara trasera podía ver. También había una puerta, aparentemente cerrada, que daba al interior del edificio por, supuestamente, unas escaleras de bajada. Y también estaba la enfermera, con una bata negra larga encima de la ropa de trabajo y descalza.
Veo que ya te has despertado…-dijo mientras caminaba hacia el chico, que seguía tumbado-…buenos días.
Michelle no era un gran pensador, pero no tardó en darse cuenta de que estaba corriendo la misma suerte que Myo. La enfermera le estaba intentando acariciar la entrepierna con el pie…
¡NO!-dijo Michelle-¡No te dejaré que hagas lo que quieras conmigo!
El chico se levantó con brusquedad, desestabilizando a la mujer.
¡POR CULPA DE VUESTRA DEMONÍACA ESPECIE, MI AMIGO, MI GRAN AMIGO, UNO DE MIS HERMANOS, HA SUFRIDO LO INDECIBLE Y SU VIDA HA DADO UN VUELCO!-gritó-¡ALÉJATE, DIABLO! ¡ESTOY DISPUESTO A VENGAR SU PENA AQUÍ Y AHORA! ¡SI ERES VALIENTE, MUÉSTRAME EN LO QUE SEA QUE TE TRANSFORMES, PERO TE ASEGURO QUE SOY DURO DE PELAR! Has tenido que drogarme para traerme aquí…si llego a estar en mis cabales, no habrías podido moverme.
Insolente.-dijo la enfermera con asco-Voy a hacer que te lamentes de tus palabras…
¿Tú y cuántas más?-preguntó Michelle-Eres bastante guapa, pero eso será lo único que realmente tengas.
Te equivocas, humano…-respondió la mujer mientras su voz se volvía aguda, estridente y molesta, como si graznase-¡ESTÁS MUY EQUIVOCADO!
El cuerpo de la enfermera empezó a agrandarse, reventando su ropa. Agitó los brazos, que empezaron a deformarse y a convertirse en una especie de alas muy plumosas en cuyos extremos había afiladas garras. Sus piernas se hicieron más largas, grandes y escamosas, terminando por transformar sus pies en las patas de un ave, con afiladas garras. Creció en estatura, su piel, su plumaje y sus escamas se tornaron de un color verdoso y su cabello se volvió verde a la vez que sus ojos enrojecían, sus orejas se hacían puntiagudas y sus dientes se afilaban. Al terminar, podría decirse que medía dos metros o incluso más.
¡¿Una arpía?!-Michelle se sorprendió-Sí, eso es lo que sois todas las asesinas que estáis aflorando esta última temporada. ¡Difamando a nuestras ciudadanas con vuestras fechorías! ¡Y aún pretendes aprovecharte de mí! ¡Jamás, y menos después de lo que, por vuestra culpa, ha sufrido una de mis personas más queridas!
Eres demasiado necio para permitirte hablar tanto.-gruñó la arpía.
Batió sus enormes alas, creando una corriente de viento y plumas tan fuerte que arrastró al chico y lo estampó contra la chapa trasera del rótulo.
¡Argh!-gimió Michelle.
El viento tenía que haber sido muy fuerte para arrastrar a un chico tan pesado: sus músculos eran muy grandes.
¡PROCREEMOS!-gritó la criatura alzando el vuelo-¡CUANTO ANTES ME DES A MI HIJA, ANTES PODRÉ MATARTE!
Michelle se despegó de la chapa y saltó, esquivando el placaje aéreo de aquella enorme bestia.
¡Sueñas!-le gritó-¡Sueñas si te crees que te voy a dejar! ¡Viviré! ¡Tengo amigos a los que proteger! ¡Unos padres a los que hacer sentir orgullosos! ¡Una vida por delante! ¡No eres quien para decidir mi futuro! ¡TE GOLPEARÉ SI ES NECESARIO!
Un resplandor rojo empezó a bañar el cuerpo del chico. Su cuerpo comenzó a calentarse como cuando comenzaba a entrenar cada día.
La arpía se rió y se volvió a lanzar a por él, esta vez con intención de lacerar su hombro de una patada. Michelle apretó el puño y todo el brazo, haciendo sobresalir su robusto bíceps. Movió el brazo como si quisiera lanzar un fuerte puñetazo para desviar la patada de esa cosa. Se le marcó mucho el tríceps en ese momento. El tiempo pareció ir a cámara lenta durante unas décimas de segundo y, cuando alargó el brazo, no fue un puñetazo lo que proyectó, sino un chorro de fuego que hizo retractarse al monstruo.
¿Qué ha sido eso?-preguntó, histérica.
Michelle se sintió muy sorprendido. ¿Tendría él también el poder? ¿Sería un elegido? No era como el viento del que Myo hablaba, pero miró sus manos y vio que estaban rodeadas de un aura roja de aspecto etéreo. Había visto fuego salir de su puño.
Veo que sólo ha sido un golpe de suerte, ¡no eres capaz ni de moverte!-la arpía se jactó y volvió a lanzarse en picado, esta vez de cabeza.
El chico probó suerte. Agitó las manos con mucha fuerza. No podía parar de pensar en sus amigos y en sus padres. Como él quiso, un muro rectangular de fuego se alzó ante él, impidiendo el choque con la arpía, que tuvo que echarse hacia atrás para no atravesar el muro y quemarse.
¡Cobarde!-gruñó la criatura.
Eres tú la que no se atreve a tocarme si hace calor.-Michelle se envalentonó y pensó que podría acabar con ella y salir ileso.
¡CÁLLATE, ESCLAVO!-la gigantesca arpía corrió hacia Michelle apuntándole con las garras.
¡Eres tú quien nunca debió empezar a graznar!-exclamó el joven mientras lanzaba un golpe al aire con la palma de su mano.
Una bola de fuego salió de la mano de Michelle, impactando en el abdomen de la arpía, que chirrió y se tiró al suelo a la vez que empezó a rodar para quitarse las llamas. Su plumaje parecía ser combustible. Cuando se hubo recuperado, se incorporó. Una mancha negruzca decoraba su vientre. Lanzó otra patada cargada de rabia.
El chico no medió palabra. El aura roja siguió creciendo, y le apuntó con ambas manos abiertas a la cara. Un chorro de fuego salió disparado y le quemó el rostro a la vez que la lanzó por los aires hasta estamparla contra el rótulo.
Despídete, ser inmundo.-dijo Michelle-Nunca os perdonaré lo que estáis haciéndole a nuestra ciudad.
Agitó la mano. Unas líneas de luz roja acompañaron el movimiento, convirtiéndose en un fino y lustroso bastón negro de algo más de medio metro en cuya punta había, incrustada en un finamente decorado cáliz hecho a medida, una piedra preciosa roja de gran tamaño y cuidadamente tallada. No se demoró mucho en pensar si sería un rubí o, por el contrario, algo mágico cuya naturaleza desconocía. La arpía se lanzó de nuevo al ataque. Michelle lanzó un golpe con el bastón agarrándolo con una sola mano como si fuese un matamoscas. Desvió el arañazo de su enemiga, que contraatacó con un golpe con una pata doblada que también fue desviado de un bastonazo. Finalmente, el chico golpeó a la arpía con el arma dos veces, henchido de rabia y con el instinto protector disparado. Le dio en la nuca, la dejó postrada en el suelo y, agarrándolo esta vez con las dos manos como si de un bate se tratara, la golpeó fuertemente con el bastón, lanzándola por los aires hasta que cayó en medio de la azotea.
¡TE MATARÉ!-la arpía se enfureció al máximo-¡TE MATARÉ Y DESPUÉS EXPRIMIRÉ TU CADÁVER! ¡MUEREEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE!
Empezó a agitar las alas, causando una tremenda corriente de un fuerte viento que arrastraba gran cantidad de plumas. Michelle reparó en que, esa vez, quien tenía el rótulo detrás era la arpía. Si el viento lo arrastraba, caería desde la azotea, se estamparía en medio de la calle y moriría. Mientras hacía fuerza con las piernas para evitar irse hacia atrás, su camisa empezó a rajarse por varias zonas, así como sus pantalones. Pronto se abrieron algunos cortes en su piel de los que brotó sangre. Las plumas estaban afiladas. Si no hacía algo pronto, la arpía lo sometería.
Como si obedeciera una orden, la joya de la punta del bastón se iluminó. Michelle sintió un calambre en la mano y agitó el arma, de cuya punta salió un gran chorro de luz roja que se refractó formando una enorme pantalla que se oponía a la corriente de viento. El chico aprovechó para avanzar y alejarse del borde de la azotea. La arpía se cansó de agitar las alas, el viento cesó y el rayo rojo se dispersó por la onda expansiva de la disipación súbita del viento.
Maldito…-la criatura jadeaba, exhausta.
Ya está.-dijo el chico-Se acabó.
Michelle apuntó con el bastón a la arpía y le disparó varios proyectiles de aquella luz roja. Al impactar contra la arpía, se convirtieron en brillantes llamas. El fuego se propagó entre sus plumas y acabó por prender fuego a todo su cuerpo cuan largo era. Una violenta explosión disipó el fuego, esparciendo por el aire partículas negras que se perdieron en la lejanía. Magullado y manchado de sangre, Michelle sacó su móvil y miró la hora, sin percatarse de que tanto el bastón como el aura habían desaparecido.
¡Mierda!-exclamó-¡Tengo que ir al instituto!
Como la puerta de las escaleras estaba cerrada, tuvo que probar suerte. Agarró el picaporte con fuerza y…el calor lo fundió. Empujó la puerta y bajó corriendo. Con un poco de suerte, podría reunirse con sus amigos a la salida.

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