lunes, 19 de agosto de 2013

[TotPP] Capítulo VI: Hacia la boca del lobo

VI: Hacia la boca del lobo

Y eso ha sido todo por hoy.-dijo la profesora-Buen trabajo a todo el mundo. Nos vemos en la próxima sesión.
La sensual y voluptuosa joven descolgó su barra y se dirigió al almacén a guardarla. Mientras recogían sus cosas, los participantes de las clases charlaban entre ellos, fragmentados entre pequeños grupos. Aunque, en general, todos se llevaban bien,  cada uno tenía a su pequeño círculo de personas con las que intimaba más.
Joder…-dijo Ayashi mientras plegaba la barra-…se me hace tan raro no verlo aquí.
No, por favor, Ayashi…-dijo Izaya-…no pongas esa cara. Ni que se hubiera muerto…
Pero…-respondió Ayashi.
Tenemos que confiar en él.-la rebatió su compañera-Se arriesgó por nosotros y por Sanagi.
Cualquier día volverá.-dijo Saito-Es normal que tarde tanto en recuperarse, piensa en lo que le hicieron…ese engendro lo rajó con bisturíes y mucha saña...me parece una eternidad el periodo de tiempo que lleva sin venir a clase…mañana hará una semana ya…pero, a la vez, me parece poco teniendo en cuenta la situación en la que está.
No estés triste, Ayashi.-añadió Izaya-Todos estamos preocupados por Xing Yi, pero lamentarnos sólo aumentará nuestro dolor. Los médicos dijeron que estaba fuera de peligro, ¿no es así? Sólo es cuestión de tiempo…
Intercambiaron muy pocas palabras más. Ririka se limitó a seguirles cuando salieron de las duchas. Una vez en la calle, llegaron al punto donde siempre se despedían y se iban cada uno por un lado.
Bueno, pues…-dijo Ayashi algo más animada-…nos vemos mañana.
¡Claro!-dijo Saito con una sonrisa.
Hasta mañana…-se despidió Ririka en voz baja.
¡Hasta mañana, chicos!-dijo Izaya mientras se iba con Saito-Hoy voy a acompañar a Saito un par de calles, tengo que ir a una tienda que le pilla de paso.
Saito e Izaya caminaron juntos por la calle durante un rato. Ambos llevaban sendas bolsas de deporte bastante llenas. Cuando vieron que Ririka y Ayashi ya se habían alejado lo suficiente, rompieron el silencio.
¿Y bien?-preguntó Izaya.
Creo que tengo algo.-dijo Saito-Pasado mañana por la noche tengo un show, podré corroborarlo o desmentirlo. De todas maneras, sigo pensando que estás siendo demasiado lanzada…
Escucha, Saito, esto no es ninguna broma.-respondió la chica-Nos vimos sumidos en el ataque de una especie de mafia que no dudaba en disparar aun con gente inocente de por medio. Nos secuestraron, aun cuando no teníamos nada que ver con ellos. Querían matarnos. Son un peligro público. Tenemos que averiguar quiénes son.
Sí, pero…-respondió Saito-¿pretendes luchar contra ellos?
¡No hablo de eso!-contestó una obstinada Izaya-Claro que no me voy a plantar en su sede con los brazos abiertos para que me acribillen, pero…si logramos ponerles nombres y apellidos, podremos tirarles a la policía encima…o a quien haga falta.
Está bien, tú ganas.-concedió el joven-Seguiremos investigando quién coño es esa gente, pero créeme cuando te diga las cosas y recuerda que quien avisa no es traidor: meterse donde no se es llamado en situaciones como ésta es muchísimo más peligroso que lo del otro día, ¿sabes?
No soy tonta, Saito, gracias.-saltó la chica de cabello azul-No tengo ganas de que, si voy a hacer un show, vaya con la sapiencia de que unos granujas, por llamarlos de alguna manera, me lo van a arruinar. Tampoco tengo ganas de que nuestra ciudad se vea sumida en la entropía…así como tampoco me apetece dejar que salgan impunes después de lo de Xing Yi. Sé que nos conocemos poco, pero nos hemos acercado bastante los unos a los otros y creo que podríamos ser, con el tiempo, grandes amigos. La vida de una persona inocente es algo con lo que no pienso bromear, y ellos casi se cobran una.
Se han cobrado miles, Izaya.-respondió su musculoso acompañante-No has visto nada. A saber qué hagan cuando no los vemos…tal vez ahora mismo están cortándole los dedos a alguien. Pero, como ya he dicho, tú ganas. Pasado mañana indagaré…además, estoy deseando poner en práctica la barra, así que espero con los brazos abiertos la hora del show…y, por supuesto, ¡dinero fresco!
Está bien.-concluyó la chica-Gracias, Saito. No olvides la otra parte también, ¿de acuerdo?
Sí, mi ama.-respondió el joven con sarcasmo-Tiraré de contactos y sitios de mala muerte de Internet para ver qué encuentro…reventaré contraseñas si es necesario, hackearé alguna cosa…lo típico. Aunque, no me jodas, no sé quién es peor, si tú por tener estas ideas o yo por hacerte caso.
En el fondo no somos tan distintos.-dijo Izaya sonriente.
Muy en el fondo.-respondió el chaval-Bueno, me voy a mi casa… ¡buenas noches!
¡Hasta mañana!-se despidió Izaya doblando la esquina contraria a su compañero.
. . .
¡JAJAJA!-rió Xing Yi-¡Trágate tu penitencia por cabrón! ¡Te la voy a embutir hasta que te salga por un ojo!
Stracciatella agarró una de las manos de Xing Yi y se la retorció. Aprovechando el dolor provocado, se soltó y se puso en pie, momento en el que sacó una especie de tira rectangular bastante ancha de los jirones de su vestido, lanzándola contra el coreano como si fuera un látigo. El chico de pelo verde recibió el impacto, que le causó un ardiente y agudo dolor, como si hubiera sido atravesado por algo. Bajó la mirada y vio que el interior de aquella tira estaba sembrado de afilados y finos pinchos: no era una tira cualquiera, sino un cilicio. El despiadado asesino lo enrolló fuertemente alrededor del abdomen y la cadera de Xing Yi, haciéndolo sangrar y chillar de dolor mientras caía hincado de rodillas.
¡AAAAAAAAAAAARGH!-gritaba el joven, que acababa de ser atravesado con cientos de agujas.
Entre risas, Stracciatella rescató sus armas arrojadizas de entre lo que era su atuendo. Saltó hacia Xing Yi, lo rodeó por la cintura con las piernas, clavándole aún más el cilicio y, cogiendo un considerable puñado de bisturíes con cada mano, hundió sus armadas manos en el pecho de su contendiente, cortándolo por todos los lados y haciéndolo sangrar y chillar aún más, causándole el dolor más inimaginable…
¡NO, POR FAVOR!-gritó Xing Yi.
Miró a su alrededor. Seguía en la camilla, en su habitación del hospital, con la ventana abierta y una agradable luz solar entrando por ella mientras las cortinas se agitaban grácilmente con el viento. En la mesilla de al lado de la cabina estaban los bombones que le habían llevado sus compañeros de barra la última vez que fueron a visitarlo. También había un buen taco de revistas eróticas de temática gay, también regalo de los chicos del polideportivo.
¿Te encuentras bien, Xing Yi?-preguntó una voz masculina familiar para él.
Oh, perdón…-respondió el chico-…debo de haber gritado mucho. Lo siento, ha sido una pesadilla muy mala.
Es normal, no te preocupes.-respondió el enfermero-Cuando se sufre tanto dolor, se altera el sueño. Además, la intranquilidad y las secuelas psicológicas son terribles. No obstante, creo que tengo algo que te animará.
Ah, ¿sí?-preguntó el joven-¿De qué se trata?
Alguien quiere decirte algo.-dijo el enfermero-Tardará un rato en venir, pero, hasta entonces, ¿por qué no echas un ojo a lo que te han traído esta mañana?
Xing Yi vio que en el reposadero de debajo de la mesita había una pequeña caja con un sobre encima. A pesar de que llevaba varias vías en el cuerpo y tenía muchos vendajes, pudo levantarse, cogerlo y volver a la camilla perfectamente. Su aspecto hospitalizado agravaba visualmente su situación, pues, realmente, estaba casi totalmente recuperado, pero no querían descuidarlo en el hospital.
Abrió el sobre. Había una pequeña nota que rezaba “Me salvaste la vida. Muchas gracias. Espero poder hablar contigo frente a frente. Mirumi.”. Con mucha alegría, el chico abrió la caja y vio que había una horquilla con un adorno metalizado en forma de flor: una brillante y vistosa margarita blanca.
¿Cómo lo ha…-se preguntó Xing Yi.
Luego ató cabos. Siempre llevaba cosas parecidas en el pelo para ir a las clases, y también las llevaba en la noche fatídica.
Se ha fijado…-pensó Xing Yi.
Llamaron a la puerta. El joven reconoció rápidamente a la doctora de planta. Esa mujer le había salvado la vida: desde que sus amigos lo dejaron en urgencias, estuvo con él, ella misma lo operó y le hizo la transfusión de sangre que necesitaba. Además, cuidó sus dietas y le dio una muy buena rehabilitación.
Buenos días, doctora.-dijo Xing Yi-He tenido una pesadilla horrible, pero no me duele nada, ¿sabe?
De eso quería hablarte.-respondió la amable mujer-Verás, tienes unos amigos estupendos que te han salvado la vida. Si no te hubieran traído aquí tan rápido, no se habría podido hacer nada. Además, has tenido la suerte de que en nuestro banco de sangre hubiera grandes cantidades de tu grupo y Rh. Por último, quiero decirte que me sorprende mucho lo bien que funciona tu cuerpo en lo que a cicatrización respecta. La sutura que te hice funcionó bien y tu piel y tus músculos están en buen estado. Tampoco es lo más habitual ver a gente tan perseverante que, aun sufriendo un gran dolor, no abandone la idea de hacer todos los ejercicios de rehabilitación posibles para acelerar su recuperación. En resumen…estás de alta, Xing Yi. Tus amigos me contaron que vas al gimnasio y haces baile de barra y artes marciales. Si quieres hacer algo de ejercicio para recuperar el hábito, consulta con tus monitores y ve a lo más suave y elemental durante dos semanas. No te recomiendo seguir con las artes marciales hasta pasadas tres semanas y, respecto a la barra…habla con tu instructora y cuéntale lo que te he dicho…sabrá asesorarte.
¡Eso es genial!-dijo Xing Yi-¿Cuándo podré irme?
En cuanto te quitemos las vías y los vendajes.-dijo la doctora.
. . .
Quedaba todo el mediodía y buena parte de la tarde para la clase de baile de barra. Xing Yi entró al polideportivo a paso suave. Saludó en la recepción y se adentró en las instalaciones. Deseaba hablar con la profesora para poder ponerse al día cuanto antes. Además de objetos para la actividad física, el chico llevaba en su mochila un enorme montón de apuntes que sus compañeros de clase le habían pasado y que contenían todo lo que habían dado en todas las asignaturas durante su semana de hospital. Estaba deseando ponerse al día con todo: ya había ido a la universidad a hablar con profesores y compañeros y ahora quería dejarlo todo claro con el círculo social del polideportivo. Asimismo, se sentía afortunado de que su familia no se hubiera enterado: no quería que sufrieran por él. Sabía que, con las horas que eran, la sala de barra iba a estar cerrada, pero quería pasarse por si acaso. No obstante, no le fue necesario: en una de las salas de musculación vio a una persona levantando con suma facilidad una barra cargada con cientos de kilogramos en ambos extremos. Su complexión, curvas, estatura y melena la hacían inconfundible: era la profesora. Llevaba un sujetador deportivo de color negro con algunos adornos blancos y violetas que recogía sus descomunales senos a presión, así como una minifalda deportiva del mismo color y unas enormes botas negras de boxeo. Con sus manos, enguantadas en mitones negros con ribetes blancos, ejercitaba los bíceps con aquella enorme barra con una pasmosa facilidad. Era la primera vez que veía los brazos de la profesora de esa forma, y la primera vez que le veía la espalda y el abdomen. Su cuerpo era una caja de sorpresas.
Hola, buenos días…-dijo Xing Yi acercándose cuidadosamente, pues le resultaba imponente aquella mujer.
Buenos días, Xing Yi.-lo saludó la profesora girándose hacia él sin soltar la barra-Los chicos me han contado lo que pasó. Espero que estés mejor.
Lo estoy, gracias.-respondió el chico-Verás…venía precisamente a hablar contigo. La doctora me ha dicho que consulte aquí cómo podría reincorporarme…
Si lo dices por el ritmo de las clases, no tienes que preocuparte.-dijo la profesora mientras seguía haciendo bíceps-Esta noche, al acabar la clase, no te vayas. Repasaremos lo dado esta semana, te haré un examen físico superficial y te pondré unos ejercicios de rehabilitación aplicados al baile de barra que podrás hacer en tu casa perfectamente.
¡Muchas gracias!-respondió el chico-Tengo pensado hacer algo ahora antes de irme a casa a estudiar hasta la hora de la clase. Siento ser pesado, pero, ¿me recomiendas algo?
Nada de actividades de alto impacto ni esfuerzos musculares severos.-le indicó la profesora-Haz lo más suave que puedas, flexibiliza, ve introduciéndote de nuevo en el hábito. Lo que tienes que hacer es, básicamente, un calentamiento prolongado: la duración de una sesión normal con la intensidad de un calentamiento te vendrá muy bien. Ah, y para inmediatamente si notas dolores relacionados con lo que te ha pasado. Me alegro mucho de verte y nos vemos esta tarde.
Tras darle las gracias a la profesora y despedirse, se fue hacia el vestuario, donde dejó su bolsa y se miró en un espejo vertical. Llevaba un chaleco negro abierto y sin mangas, una falda verde de tubo ajustada que se degradaba poco a poco en rojo hasta llegar al final, antes de las rodillas, donde tomaba la forma de una cadena de pétalos totalmente rojos y unas deportivas de suela muy alta y gran anchura. Tenía puesto en el lado derecho de la cabeza, encima de la sien, la horquilla que le habían regalado. Su sorpresa fue máxima cuando vio salir a Mirumi de una cabina, ataviado con unas mallas negras, unas zapatillas de deporte y una camiseta de tirantes blanca que le quedaba grande.
¡Xing Yi!-exclamó el chico-¿Ya estás bien?
Sí.-exclamó el coreano sonriendo-¡Esta tarde vuelvo a la barra!
¡Eso es genial!-contestó Mirumi-Ah, veo que lo llevas…
En serio, tío, muchísimas gracias.-dijo Xing Yi-Ha sido un detallazo, aunque no hacía falta, de verdad…
¿Cómo que no hacía falta?-preguntó el esquelético pelirrojo-¡Me salvaste la vida! Oye, ya que estamos aquí podríamos hablar, ¿no?
¡Claro!-respondió Xing Yi con una sonrisa-Dime, ¿de qué se trata?
Verás…-dijo Mirumi-…no tengo palabras para expresar mi gratitud. Lo que hiciste por mí aquella noche…de verdad, jamás lo olvidaré. Aun lleno de heridas y sangre, agarraste a ese hombre que intentó matarme y…
Le di una paliza.-dijo Xing Yi sereno-No hace falta que te calientes tanto la cabeza, hice lo que tenía que hacer. Además, no fui yo, fuimos todos.
¡No seas modesto!-pidió Mirumi-Si no te hubieras quedado con ese lunático, Izaya, Ayashi, Saito y Ririka no podrían haberme encontrado.
Vaya, veo que te han contado la historia entera…-dijo Xing Yi-…bueno, de verdad, no hay nada que agradecer…fue un placer para mí. Dejemos estos momentos tan incómodos y centrémonos en disfrutar de nuestra amistad, celebrar que la vida nos ha unido y luchar por ser cada día mejores, ¿de acuerdo?
¡De acuerdo!-respondió el chico de ojos color aguamarina con una sonrisa-Oye, y si hay alguna cosa que pueda hacer por ti en agradecimiento, casi te obligo a que me la pidas, ¿vale?
Xing Yi le sonrió. La inactividad del hospital no era lo suyo…
¡Oh!-respondió-Pues me encantaría que me dejaras que te comiera toda la polla de cabo a rabo, nunca mejor dicho…pero sé que eso no puede ser, no es lo tuyo, ¿verdad?
. . .
¿Cómo pudiste fallar?-preguntó a voz en grito y dando un golpe sobre la mesa.
Apretó un botón. Comenzó a pasar corriente por el dildo eléctrico que le había introducido en el ano. La respuesta fue un grito mezcla de dolor y placer.
¿No te das cuenta de lo que ha pasado?-chilló-¡Como esto llegue a oídos de esa zorra, estamos PERDIDOS! ¿NO ERES CONSCIENTE, INÚTIL?
Giró la ruleta reguladora, intensificando el efecto del dildo.
¡No estáis en esto para decorar mis pasillos!-siguió gritando-¡Ninguno! ¡Cuando creía que estaba todo bajo control, vas y la jodes! ¡PRECISAMENTE TÚ, A QUIEN SUPONÍAMOS INFALIBLE!
Le dio a otro botón del mando. La camilla se giró y lo levantó, dejándolo a merced de unas pinzas que le pellizcaron los pezones, lo que aumentó más los alaridos.

Escúchame bien.-dijo en voz baja-Vas a arreglar lo que has destrozado. Trabajarás el doble a partir de ahora…y creo que te imaginas muy bien dónde…

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