martes, 20 de agosto de 2013

[TotPP] Capítulo VIII: El show de Saito

VIII: El show de Saito

Saito se despertó con dolor de cabeza aquella mañana. A la primera nota que reprodujo el despertador, lo apagó y saltó de la cama. Rápidamente se quitó el pijama y la ropa interior y se puso bajo la ducha. Tras ducharse en tiempo récord, se fue a la cocina envuelto en una toalla a hacerse el desayuno. Mientras llenaba su estómago por primera vez en el día, pensaba en todas las cosas que tenía que hacer: ir a clase, estudiar, renovar libros en la biblioteca, entrenar en el polideportivo, una posterior clase de barra que habían adelantado por motivo de un día festivo y, después, noche en el club nocturno, donde se ganaría el pan. Tal vez cualquier otra persona caería víctima del estrés, pero él estaba más que acostumbrado. Mientras, ya con el estómago lleno, se vestía en su cuarto, le daba vueltas a la cabeza. El más difuso y leve recuerdo de la noche anterior con Izaya lo enardecía locamente y despertaba al semental de su interior, pero no dejaba de sentirse algo apenado y culpable. Se había esforzado mucho en que Izaya no lo notase antes de irse del apartamento, pero algo le decía que su esfuerzo no había dado el fruto que él esperaba. Sin permitirse gastar un segundo más en autoalimentar su dolor de cabeza, cogió su mochila e introdujo en ella varios libros, una carpeta, dos cuadernos, un ordenador portátil, un estuche y dos calculadoras científicas. Se la colgó, tomó el manojo de llaves que tenía en la mesita de noche y abandonó el piso, cerrando la puerta con dos vueltas de llave tras de sí. Echó a andar a paso muy ligero, casi trote, a la universidad, donde le esperaban arduas horas de clase de las asignaturas que más le estaban costando. Antes de darse cuenta, entre las imágenes de Izaya, los extraños individuos trajeados y la sucesión de ideas de todo lo que tenía que hacer en ese día en el que sólo iba a pasar por su casa para dejar la mochila de la universidad y coger la del gimnasio, llegó a la entrada de su facultad, donde encontró a dos chicos y una chica de su clase.
¡Buenos días, Saito!-lo saludó uno de los chicos-¿Y esa cara de autodestrucción que traes?
Anoche follé.-respondió sin darle más importancia-¿Qué tal?
Ah, pues bien…-respondió el chico-…estamos esperando a que se haga la hora de entrar. Oye, ¿nos podrías echar una mano con esto?
El otro chico, que tenía un cuaderno abierto en las manos, le enseñó un ejercicio de clase.
Hay algo mal en esas líneas de código y no tengo ni la más remota idea de qué es.-dijo el segundo chico-Estoy por jugar al fútbol con el compilador, ¿sabes?
Saito agarró el bolígrafo que la chica tenía en las manos, guiñándole un ojo, y le apuntó a su compañero un par de palabras y símbolos en las líneas que le había señalado.
Listo.-dijo-Oye, vengo un poco destemplado, me voy dentro a coger sitio, ¿vale?
Despidiéndose, por poco tiempo, de sus tres compañeros de clase, entró en el edificio. A los pocos minutos, entraron sus compañeros y el profesor, el cual llegaba dispuesto a dar una clase muy intensa y llena de complicaciones.
. . .
Salió de clase corriendo en dirección a la biblioteca universitaria, donde presentó una tarjeta en el mostrador para renovar el préstamo de unos libros y, acto seguido, buscó una mesa donde sentarse y repasar lo que había dado esa mañana para, después, poder estudiar las cosas que más complicadas le habían resultado en esa semana. Miró su reloj de pulsera: disponía de dos horas y media para poder salir corriendo en dirección a su casa, dejar sus cosas y coger otras para pasarse el resto del día en el polideportivo antes del show nocturno. Tras rellenar una considerable cantidad de folios de extensa formulación matemática y dejar su portátil bien caliente, recogió sus cosas, se volvió a cargar la mochila y corrió hacia su piso de nuevo. Llevaba toda la mañana fuera, pero no había tenido la oportunidad de movilizarse, así que estaba deseando dar utilidad a sus musculosas y bien entrenadas piernas. Tras una fulgurante carrera, dejó su mochila sobre la cama, cogió una bolsa grande, la llenó de ropa deportiva, toallas y demás objetos que necesitaría para entrenar, así como una cartera con documentación y el traje que llevaría a la actuación de aquella noche. Después de coger una lata de bebida isotónica de la nevera, salió de nuevo del apartamento a buen ritmo mientras se la bebía. Llegado al polideportivo, comprimió la lata vacía con una mano y la tiró en la papelera de la entrada. Volvió a mirar su reloj.
Menos mal…-suspiró-…no me hacía ni puta gracia pensar en la idea de que Ayashi y Ririka me cortaran las pelotas por llegar tarde cuando habíamos quedado para entrenar.
Subió corriendo al vestuario, se cambió el uniforme de camarero que llevaba por algo de ropa deportiva ligera y, tras dejar sus cosas en una taquilla, bajó hacia la sala donde había quedado con sus compañeras, con una toalla alrededor del cuello y una botella de agua en la mano.
¡Hola, chicas!-las saludó al ver que ya estaban allí.
¡Buenos días, Saito!-lo saludó Ayashi-¿Y esa cara?
Hola…-saludó Ririka con timidez.
Joder, ya es la segunda vez hoy…-dijo Saito rascándose la nuca-…cansancio, supongo, llevo toda la mañana en clase, después me he puesto a estudiar y luego he venido aquí corriendo.
¡Guau!-dijo Ayashi-Yo he tenido dos horas de clase solamente esta mañana, aunque tengo prácticas de laboratorio después de comer…voy a llegar a barra con olor a reactivos, o algo.
Aunque te embadurnases en formol…-dijo Saito con una sonrisa-…tu aroma de mujer seguiría pegado a tu piel.
No sé ni para qué pelotas me preocupo.-respondió Ayashi-Eres el mismo de siempre. Bueno, ¿les metemos manos a esas pesas?
Yo le metería mano antes a otras cosas, pero me parece bien.-respondió Saito cogiendo una barra del estante y cargándola con discos.
Se miran pero no se tocan.-dijo Ayashi poniéndose el brazo delante de los pechos-Bueno, lo normal sería que tampoco se mirasen, pero, no sé por qué, me da igual.
Y yo que me alegro.-respondió Saito-Ririka, ¿por qué nunca hablas? ¡Ya hay confianza!
Realmente…-respondió la chica mientras colocaba una pequeña carga a su barra de peso-…no tengo mucho que aportar a esta conversación.
Vamos, tía, da igual.-dijo Saito-Puedes decir lo que quieras, estamos aquí para pasar un rato juntos. Lánzate, en serio, puedes hablarnos de lo que quieras. ¿Cómo llevas las clases?
Tengo un par de sesiones esta tarde…-respondió la chica rubia-…voy a tener que patinar rápido para llegar a clase de barra.
Saito recordó lo distinta que parecía la noche en la que fueron atacados. Pateó a varios hombres armados sin miedo. ¿Realmente eran la misma chica? A pesar de que Izaya lo atrapó en su red de lujuria y Ayashi llevaba excesivamente poca ropa para entrenar ese día, el chico no podía parar de pensar en aquella noche. Entonces, reparó en lo que había dicho de los patines.
¡Ah, sí!-sonrió el chico-Cuéntanos algo de lo tuyo con los patines. Aquí somos todos unos locos por el deporte, estamos para compartir conocimientos y experiencias en este mundillo, ¿no? Ya que nos dijiste que las artes marciales no eran lo tuyo, que empezaste Karate y lo dejaste porque no te gustó…cosa que aumenta mi intriga por saber cómo das esas patadas tan brutales, ¿por qué no nos cuentas tus vivencias de patinadora? Lo haces francamente bien, yo nunca fui bueno en eso, y mira que, cuando era niño, mis padres me regalaron unos patines en línea parecidos a los tuyos y  lo único que logré fue hacerme polvo contra el suelo una y otra vez…
Y así, mientras hacían varios ejercicios de musculación con pesas y discos, pasaron una entretenida mañana.
. . .
Llegó la hora de colocar las barras. Saito había comido un plato de ensalada en la cafetería más cercana al polideportivo y se encontraba en un estado de cierta hiperactividad.
¡Hola, gente!-saludó alegremente Xing Yi al llegar-Es una pequeña putada esto de dar dos días seguidos de clase, vamos a morir, lo sabéis, ¿no?
Es de imaginar.-respondió Saito-Esa mujer no se cansa nunca, joder…
Venga, pequeño, ni que llevaras todo el día fuera de casa matándote a currar.-le dijo Ayashi sacando la lengua mientras hacía abdominales.
Y lo que me queda, ¿sabéis?-contestó el chico mientras estiraba la espalda con la barra-Esta noche tengo un show.
Me encantaría ir a verlo.-respondió Izaya, que estaba al lado del grupo estirando los glúteos-No obstante, tengo una cena familiar. Hace mucho que no veo a mis padres.
Oh, ¡qué guay!-comentó Xing Yi.
Ay, vaya, lo siento…-se disculpó Izaya.
No te preocupes, Izaya.-dijo el chico sonriendo-Tengo pensado volar a Corea una vez al mes en un fin de semana si saco algo más de dinero con la barra…
¡Eso es genial!-comentó Izaya-¡Me alegro por ti!
Esto…-Ririka iba a hablar, pero llegó la profesora.
Buenas tardes.-saludó, con su seriedad y puntual características, mientras cerraba la puerta tras de sí.
Dejó sus cosas en el banco, se quitó la blusa que llevaba encima del vestido y se desató el pañuelo que llevaba en el cuello. Acto seguido, se encaró a sus alumnos y se acercó a su barra.
Bienvenidos un día más a clase de baile de barra.-saludó educada y taimadamente-La clase de hoy la vamos a dedicar a la introducción al agarre de tobillos…y bien me habéis oído decir introducción, porque no es nada fácil. No es preciso ser un genio de la palabra para saber que nos referimos a esto…
La chica se sujetó con las dos manos en la barra, se abrió de piernas algo más de doscientos grados en vertical y, alejándose de la barra estirando los brazos, cerró las piernas sobre ella, sujetándola entre sus tobillos. Tras ello, soltó los brazos y se estiró, quedando completamente horizontal en el aire, con su enorme melena regando lacia el suelo y haciendo leves movimientos con los pies para girar sobre sí misma sin variar su altura. Tras la demostración, se abrazó a la barra, soltó las piernas y descendió hasta el suelo serpenteando por la misma, tras lo cual quedó de pie con las piernas cruzadas y rozando la barra con una mano, como si la acariciara.
Todos estaban boquiabiertos.
Joder…-susurró Saito-…yo no puedo ver esto y pretender que el proceso sea isotérmico.
Izaya rió por lo bajo.
Yo quiero hacer eso…-dijo Xing Yi en voz baja con cara de admiración.
Seguro que lo consigues en tiempo récord…-le dijo Mirumi con una sonrisa.
Hora de que os lancéis a la aventura.-dijo la joven chasqueando los dedos.
Todos intentaron hacer el movimiento. Algunos no lograban agarrarse con los tobillos y, para no caerse y parecer novatos, agarraban la barra con los gemelos para excusar su falta de habilidad. Otros lo intentaban y caían libremente conforme soltaban los brazos. Se oían los suaves golpes de la gente cayendo a las colchonetas, así como algunos gritos involuntarios al notar que se caían.
Bien.-dijo la instructora-Como siempre, un buen trabajo. Lo habéis intentado muy bien. ¿Qué creéis que os falta para dominar este movimiento cuando más de la mitad de vosotros podéis poneros la barra justo en la entrepierna y girar en ella sin usar las manos?
Fuerza.-se oyó decir por el fondo de la sala.
Sí.-respondió la maestra-Pero no. He dicho, y repetiré cuanto sea necesario, que no hace falta ser una persona musculosa para bailar en la barra con maestría. Si bien es cierto que una persona que de entrada sea forzuda podría dominar este agarre con más prontitud que alguien con poco tono muscular, no es estrictamente necesario tener unos músculos de competición. El posicionado de cada músculo determina acusadamente la distribución de tensiones y cargas aplicadas sobre el cuerpo. Imaginaos esta técnica como si fuera una viga en voladizo. Los voladizos se pueden tratar de muchas maneras y se puede controlar la eficiencia en su uso a la hora de la construcción, por lo que…
¿Esta mujer nos ve cara de especialistas en construcción?-preguntó alguien del grupo.
Me da en la nariz que su trabajo principal está relacionado con estas cosas.-respondió una chica-Siempre hace símiles que sólo entienden los que tienen estudios relacionados, como esa chica gigantesca del pelo azul…
. . .
Me duele todo.-dijo Saito-Creo que esos estiramientos que nos ha puesto antes de terminar me han desplazado un testículo, o un huevo, propiamente dicho.
¡Venga ya!-dijo Ayashi-Eres muy flexible y lo sabes.
¿Hola?-dijo Saito entre risas-Vosotras lo sois mucho más y os veo unas caras de dolor tremendas.
Lo de esta chica no es normal.-dijo Izaya-No sé cómo puede dar tanto de sí… ¿es de goma?
¿Os habéis fijado bien en sus piernas?-preguntó Saito-Me recuerdan a los documentales de fauna…cuando una leona corre para cazar, se le marcan bien los músculos de las patas…
Eres un puto salido.-dijo Ayashi con una amplia sonrisa.
Gracias.-dijo el chico-Vosotras no os quedáis atrás.
Je…-rió Ririka.
Bueno, gente, me voy corriendo a la ducha.-dijo-Tengo que llegar a tiempo para cambiarme en el antro. ¡Nos vemos, pasad buena noche!
¡Hasta la próxima!-dijo Xing Yi, que acababa de llegar de recoger su barra.
. . .
Tras ducharse por tercera vez, corrió al club nocturno. Al llegar, el gorila de la puerta lo dejó pasar, pues ya se conocían. Una vez dentro, se coló en el despacho del gerente, que estaba fumándose un puro mientras con la otra mano sujetaba un vaso lleno de licor y hielo y dos chicas muy ligeras de ropa le daban masajes en el cuerpo.
Buenas noches, señor.-saludó-¿Tienen la barra lista?
Ya lo creo, muchacho.-dijo el hombre con su áspera voz-Te hemos traído una barra de calidad. Es la primera vez que vas a hacer baile de barra aquí, y espero que te salga bien. Sabes que no nos gustan los fallos, Hakuroku…un mal espectáculo y estás en la calle.
No le voy a defraudar, señor.-dijo Saito educadamente-Voy a cambiarme.
El gerente le hizo un gesto para que se fuera. Tras unos minutos en el vestuario, salió, vestido con unos pantalones negros muy ajustados en los que se podía leer perfectamente la forma y la orientación de su pene, aun en estado normal, unas botas altas negras, un chaleco del mismo color sin ninguna camisa debajo, un alzacuellos blanco del que colgaba una corbata negra y unos puños de tela blanca en las muñecas cerrados con gemelos de azabache. Se había atado en su largo mechón lateral una cadena de resplandeciente plata que terminaba en un coletero del mismo material que le ataba el mechón por la parte baja. Vio que, en la tarima donde iba a actuar, había perfectamente fijada a suelo y techo una barra metálica y brillante. Las luces de colores de la estancia, donde bailaban y bebían multitud de mujeres, se centraron en la tarima.
Con todas ustedes…-dijo el DJ con un micrófono-…una noche más…nuestra estrella más brillante, la estrella negra… ¡SAITO HAKUROKU!
Mientras el público gritaba, aplaudía y vitoreaba, el chico se abrió paso y subió a la tarima de un salto. Acto seguido, agarró la barra con una mano.
Esta noche, por primera vez, nuestro gran stripper…-continuó presentando el DJ-¡NOS DELEITARÁ CON UN BAILE DE BARRA! ¡QUE EMPIECE EL ESPECTÁCULO! ¡DÉJALAS BIEN HÚMEDAS, TÍO!
¡EMPAPADAS!-gritó Saito con una resplandeciente sonrisa, a pesar de que, por no llevar micrófono, no se le oía.
Las chicas le aplaudieron aún más: se creían que estaba dando las buenas noches.
Comenzó a sonar la música, elegida personalmente por el chico. La profesora les había enseñado a coreografiar y a elegir música y, aunque todavía no era un experto como ella, había conseguido encontrar algo de su gusto que pegase con el estilo. El chico se agarró a la barra levantando los brazos, simulando estar esposado a ella. Comenzó a girar sobre la barra, arqueando su espalda y girando su cadera. Tras varios giros, apoyó los pies en la barra y abrió las piernas, quedando hecho un completo arco. Lanzó una patada al aire, quitándose una bota. Mientras descendía, se quitó la otra con vehemencia. Sujetándose a su preciado eje con una mano, comenzó a girar sobre la barra con ayuda de sus pies mientras con la otra mano se quitaba la corbata. Acto seguido, se arrodilló, pegando su espalda a la barra y abriéndose de piernas, momento en el que se arrancó el alzacuellos, se desabrochó un gemelo y dejó caer uno de los puños al suelo.
La música seguía sonando y cautivando al público. Cuando Saito se quedó en calzoncillos, que eran negros también y muy ajustados, las chicas comenzaron a subir a la tarima y a rodearlo. Todas luchaban por tocarlo, sentir su cuerpo, su piel, su sudor y, a ser posible, tocarle el trasero o la entrepierna. Dando rienda suelta a su lujuria, Saito comenzó a acariciar a las chicas que tenía más cerca, dejándose levantar por ellas, que no paraban de acariciarlo por todas partes mientras le introducían billetes en la ropa interior.
¡ME VOY A FORRAR ESTA NOCHE!-exclamó el chico, encantado con su trabajo.
Saltó hacia la barra, a la que se enganchó a una altura considerable, descendiendo por ella mientras giraba a su alrededor cabeza abajo. Al llegar al suelo, se abrió de piernas y echó todo su cuerpo hacia atrás, obligando a que se marcara más su gran miembro viril, en el cual empezó a notar el roce de grandes cantidades de billetes que no paraban de introducirle. Mientras seguía agachado, introducía las manos en las faldas de las chicas, les masajeaba las ingles, les introducía los dedos dentro de la ropa interior, les acariciaba las nalgas y los labios…tras lo cual decidió levantarse y agarrar los pechos de más de una, que ya estaban descamisadas, sonrientes y montadas en la lascivia. Llegó entonces el momento. Con una ágil maniobra, se quitó la ropa interior, la cual sujetó fuertemente con los dientes: bajo ningún concepto se iba a separar de todo aquel dinero, que podría perfectamente medirse con el que le iban a pagar los dueños del local, que eran los que verdaderamente lo habían contratado. Al ver el enorme pene erecto del chico, todas las asistentes lo rodearon aún más de cerca. Las más valientes intentaron tocarlo, pero se chocaban las unas con las otras. Mientras Saito mordía fuertemente la goma de sus calzoncillos, notaba como el sudor que los empapaba salía y chorreaba por su barbilla y su pecho, excitando aún más a las chicas. No paraba de entrar gente al local, y todas estaban pidiendo buenas cantidades de bebida: esa noche iban a hacer caja gracias a Saito y éste lo iba a notar en su sueldo. Justo cuando se iba a dejar hacer una felación por la chica que tenía arrodillada ante él, vio algo que lo dejó pasmado: entre las chicas, había dos caras conocidas: una mujer rubia con una larga melena planchada, vestida de lolita y con botas altas de tacón y plataforma, y otra con el cabello castaño, suelto, también planchado y con un vestido rojo con zapatos de tacón a juego.

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