miércoles, 21 de agosto de 2013

[TotPP] Capítulo XI: Fuerza hostigadora

XI: Fuerza hostigadora

Años y años de mi vida pensando que la mejor palabra con “g” que me definía era “GAY” y ahora resulta que entra en competición por el podio la palabra “GILIPOLLAS”.-refunfuñaba Xing Yi mientras recorría las calles casi corriendo-¿Cómo demonios se me ocurre dejarme la bandolera pequeña que llevaba fuera de la mochila? ¿Quién me manda? Hay que joderse…
El chico quería apresurarse antes de que cerraran el polideportivo. No sólo temía un posible robo o extravío, sino que también necesitaba en ese preciso instante una memoria extraíble que contenía lo que necesitaba para estudiar esa noche.
. . .
Mirumi estaba duchándose.  Había terminado el entrenamiento que le interesaba hacer y estaba aprovechando para darse una ducha relajante en los vestuarios del polideportivo antes de volver a su casa. A pesar de que el agua de la ducha resonaba fuertemente al golpear la placa cerámica sobre la que pisaba, creía escuchar una voz. No le dio más importancia: serían dos chicos que se estaban cambiando y, mientras, conversaban, o, en su defecto, una única persona hablando por teléfono. Al parecer, se desplazaba acercándose cada vez más a él, hasta que sus frases le fueron perfectamente audibles.
¿Sí?-preguntó-¿En el mismo sitio? En tal caso, perfecto. ¿Lo saben los demás? Entonces esta noche será una buena noch…
Dejó de hablar un momento. Mirumi se dirigió el chorro de la ducha a los distintos segmentos del cuerpo para aclararse la espuma del jabón y del champú.
No, nada, no te preocupes.-oyó que retomaba la conversación-Me he enterado. Tengo que colgar, ¿vale?
Cerró el grifo. Reparó entonces en que, a tales horas de la noche, los vestuarios iluminados con pequeñas lámparas de emergencia en lugar de las luces habituales eran algo tétricos, así como un peligro para cualquiera que saliese mojado de la ducha y, sin ver bien el suelo, se cayese.  Al posar su mirada en uno de los azulejos de la pared de la ducha, vio cómo una aguja de considerable tamaño se clavaba en él. Presa del miedo, se giró y distinguió a una figura de complexión parecida a la suya. Intentó clavar otra aguja en el sitio donde estaba su cuello, pero, aprovechando que estaba mojando, se deslizó por la pared, quedando sentado frente a esa persona, libre del pinchazo. Le resultaba familiar, pero no podía verlo muy bien. Justo cuando lo iba a llamar por el nombre al que creía que respondía, se lanzó de nuevo al ataque, no fallando esta vez. Sintiendo un agudo y ardiente dolor, gritó. A los pocos segundos, escuchó unos agitados pasos corriendo.
¡Mirumi!-gritó una voz que le era familiar-¿Estás bien?
¿QUÉ COÑO ESTÁ PASANDO AQUÍ?-chilló otra voz que también conocía-¿QUIERES QUE TE DESTROCE, HIJO DE PERRA?
Se miraron el uno al otro. Xing Yi pudo reconocer a uno de los chicos de clase de baile de barra, uno que se juntaba bastante con Mirumi, Mekai Shimatsuken, quien también lo reconoció a él.
El tipo de las agujas se lanzó de nuevo a por Mirumi, ignorando a los otros dos. Impotente, Mirumi agarró la ducha, puso el grifo en la máxima temperatura y lo abrió, con la esperanza de rociarle agua muy caliente en la cara y poder así burlarlo. Justo cuando Mekai y Xing Yi iban a lanzarse a por el difuso hombre, pasó algo que no pudieron explicarse: cuando el chorro de agua golpeó su cara, se la tapó con ambas manos y, chillando, saltó por la ventana, rompiéndola en pedazos y perdiéndose en la oscuridad.
¿Qué demonios…-preguntó Mekai.
¡Mirumi!-exclamó Xing Yi-¿Qué ha pasado? ¿Quién era? ¿Qué te ha hecho? Aguanta, apriétame la mano bien fuerte, voy a arrancarte la aguja.
Mekai miró a Xing Yi extrañado.
¡No me mires así!-dijo Xing Yi muy serio-¡Soy casi un profesional de la salud a título legal! No lo voy a dejar tullido, ¿de acuerdo? Además, las agujas se me dan bien, estoy en penúltimo curso de Fisioterapia y me han enseñado técnicas de punción para…
Mientras hablaba, notó un fuerte apretón en su mano: se había puesto a hablar como un loro para distraer a Mirumi y no darle tiempo a asustarse por lo de la aguja.
Lo primero es tapar el agujero y evitar que se infecte.-dijo el coreano-Y, después, tendrás que ponerte como mínimo unos calzoncillos…sólo faltaba que, encima, te resfriases.
Entre Mekai y Xing Yi le hicieron a Mirumi un vendaje improvisado, lo ayudaron a secarse y a vestirse y, cuando se le hubo pasado el mal trago y cayó en la cuenta de que, a pesar del dolor, sólo le había quedado un pinchazo de poca profundidad, pudo hablar.
Tal vez el miedo haya jugado una mala pasada a mis sentidos, pero…-dijo Mirumi.
Tranquilo, ya estás bien.-dijo Xing Yi-No te atosigues…
El caso es que creo que era Genjuro…-dijo Mirumi.
¿Qué?-gritó Xing Yi-¿El lerdo de piel chocolateada? Izaya no lo soporta y yo, desde que no para de darnos la vara, casi tampoco, pero jamás pensé que…
No podemos cargar contra él.-dijo Mirumi con cara de angustia-No estoy seguro. De todas maneras, se ha suicidado…
Sí…-dijo Xing Yi apesadumbrado.
¿Cómo es que has venido?-preguntó el pelirrojo con curiosidad.
Xing Yi señaló una pequeña bolsa con un tirante que había sobre un banco.
He sido tan felizmente idiota de dejarme eso.-dijo Xing Yi-Y ahora agradezco el habérmelo dejado. ¿Estabais entrenando juntos?
Sí.-respondió Mekai-Iba a pasar con él a ducharme, pero me ha sonado el móvil y me he quedado fuera atendiendo la llamada…el resto ya lo has visto.
Ha dicho algo del instituto de investigación mineralográfica…-recordó Mirumi.
¿QUÉ?-gritó Xing Yi.
¿Qué tiene de malo o de raro?-se extrañó Mekai-Es un edificio más de esta ciudad, con su importancia para los que trabajan en él y con su contribución social, ¿no?
Me temo que no lo entiendes, Mekai.-dijo Xing Yi muy sereno-Me temo y a la vez me alegro, pues santa sea tu suerte de no haber pasado por lo que nosotros en esa noche fatídica. ¡Ahí es donde trabaja Izaya! Y, si la memoria no me falla, Saito estará por allí preguntando no sé qué que le hacía falta… ¡OH, DIOS MÍO, ME TEMO LO PUTO PEOR! ¿Estás pensando en lo mismo que yo, Mirumi?
Sí…-dijo éste con dificultad-…será mejor que avises a la pol…
No.-dijo Xing Yi-Voy a ir. Son nuestros compañeros, no podemos dejarlos solos. Siento muchísimo hacerte este enorme feo, pero la situación lo exige: ¿te importa que te deje a solas con Mekai? ¡El tiempo apremia!
Claro, Xing Yi, no te preocupes…-dijo Mirumi-…además, no es ningún feo…has vuelto a salvarme la vida…bueno, habéis…tú y Mekai. Gracias a los dos.
¿Qué está pasando?-preguntó Mekai.
Quédate con Mirumi y asegúrate de que mañana se levanta sano como una manzana.-dijo Xing Yi.
Mekai asintió.
Dejó a los chicos y salió corriendo. Una vez en la calle, Xing Yi tecleó algo en su móvil y se lo acercó a la oreja.
¡AYASHI!-exclamó nada más escuchar que habían descolgado-¡AL CURRO DE IZAYA, CORRE! ¡SON ELLOS, ESTOY SEGURO!
. . .
Verás, Izaya, no es por ti…-dijo Saito-…es por mí…
¡VENGA YA!-Izaya se enfadó-¡No me jodas, Saito! ¡No me jodas ni un pelo! Me molesta casi más el que alguien de tu calibre me venga con un topicazo así y me tome por alguien tan tonta como para tragármelo que le hecho de que me mirases como a un pedazo de mierda después de que hiciéramos el amor…
Saito agarró a Izaya de un brazo y le apretó para llamarle la atención. La chica notó cómo a su compañero le temblaba el pulso.
Izaya…-dijo Saito-…se me cayó el cielo encima, ¿vale? Se me cayó el cielo encima porque llevo desde mucho antes de ese día levantándome cada mañana cada vez más convencido de que estoy enamorado de Ririka…
La chica iba a responder, pero fue acallada por una sonora pero pequeña explosión. Vio saltar las chispas y observó, con los ojos como platos, cómo salía volando un trozo del falso techo que recubría el entramado de cables eléctricos. Acto seguido, vio caer una pequeña pieza metálica que distinguió como un amarre atornillado. Se descolgó un enorme y pesado cable que comenzó a bajar violentamente, arrancando el falso techo y avanzando hacia Saito como un inexorable látigo gigante. Izaya lo agarró y lo apartó, quedando los dos contra el mostrador de recepción, cuyo empleado se había escondido debajo de su asiento.
¿Qué cojones…-dijo Saito.
¿Piensas en quien yo pienso?-preguntó Izaya.
Se levantaron y miraron a su alrededor: una muchedumbre de hombres y mujeres con traje y corbata acudían por todos los posibles accesos al vestíbulo.
Vamos a tener que hacer una tregua.-dijo Saito-Prometo que te dejaré echarme la bronca y cagarte en mí si salimos vivos de ésta.
Pronto se vieron rodeados por un tupido aro humano. Izaya y Saito se pusieron en guardia de manera instintiva, a lo que los individuos trajeados respondieron sacando cada uno un puñal. Los jóvenes aprendices de bailarines de barra se miraron y asintieron. Separándose, se enzarzaron en una pelea con los que cada uno tenía más cerca. El chico comenzó a lanzar fortísimos puñetazos, tumbando a todos los que se le acercaban mientras escuchaba los duros y casi podría decirse que apasionados gritos de Izaya. Soltando unas voces nada esperables para una chica como ella, golpeaba duramente a los hombres que intentaban apuñalarla: fustigó a uno con una brutal patada giratoria, lanzó a otro por los aires con una proyección, le retorció un brazo a otro y se lanzó a por otro que tenía enfrente, dándole con el codo en la cara y cayendo con todo su cuerpo encima de él, aplastándole la cabeza contra el suelo con su codo. Se levantó y miró a Saito, que daba también buena cuenta de los individuos trajearos, de los cuales notaron que comenzaban a multiplicarse exponencialmente.
No podremos seguir así mucho más…-dijo la chica con la bata caída y las gafas torcidas.
Entonces oyeron un golpe muy fuerte. Se esperaban otra hornada de aquellas personas, fueran quienes fueren, pero lo que vieron al abrirse la puerta que acababan de forzar a unos cuantos metros los sorprendió más aún. Un tipo con un chaleco negro lleno de correas y tiras colgantes con una capucha y unos pantalones de campana de color rojo piruleta acababa de aparecer por allí.
¡Xing Yi!-exclamó Izaya-¿Cómo…
Corriendo hacia el tumulto, Xing Yi comenzó a dar hermosas y ágiles patadas giratorias en cadena. Uno se le acercó mucho, pero su ataque se vio desviado por una llave que acabó con su sumisión. En ese momento vieron que alguien entraba por la puerta principal. Haciéndose casi invisible entre la gente, se acercó al grupo. Saito entonces se fijó en unas fornidas y hermosas piernas de mujer que volaban frente a él. Su dueña, que acababa de saltar para acercarse a una amenazadora mujer y evitar que apuñalase a Saito, llevaba una atrevida falda corta de color blanco ribeteada con lazos negros, unas botas rojas altas con cordones y un top blanco y negro. Llevaba su tupida melena recogida en una ancha trenza.
¿¡Ayashi!?-Saito estaba cada vez más sorprendido.
¡Justo a tiempo!-se alegró Xing Yi mientras lidiaba con más hombres a base de patadas.
¿Y Ririka?-preguntó Ayashi mientras avasallaba a puñetazos a una fila de individuos que intentaba reducirla-¿No la habéis llamado?
No lo ha cogido…-dijo Xing Yi mientras trepaba por el cuerpo de un hombre y le agarraba el cuello con los pies.
Mientras el chico se dejaba caer para estampar a su presa en el suelo, se oyó un disparo en el aire.
Mierda.-dijo Izaya-Ya estamos con las pistolitas de los ovarios…
Creo que no queréis que este pobre inútil la diñe, ¿verdad?-preguntó una voz familiar.
Todos se giraron. La chica rubia de los lazos negros en la melena estaba allí. Tenía agarrado del cuello al recepcionista y le apuntaba con una pistola a la sien.
Vaya, vaya…-dijo el dueño de unos pies cuyo sonido se adivinaba cada vez más cercano en la estancia.
Miraron a otro lado y vieron al tipo del cabello verde trenzado.
¡Tú!-gritó Saito.
¿Qué demonios está pasando aquí?-preguntó Ayashi.
¿Recordáis eso que os tenía que contar y al final no ha podido ser?-preguntó Saito-El viernes me encontré a ese cabrón, casi me mata y, por si eso fuera poco, me drogaron y tardé todo el fin de semana en despertarme, en resumidas cuentas.
¡Joder!-gritó Izaya-¿Por qué la mierda nos persigue?
Cavasteis vuestra propia tumba aquella noche.-dijo una voz que también reconocían.
Había entrado a la recepción el hombre negro de la cabeza rapada con una trenza detrás de la misma.
No pongáis esa cara de sorpresa.-dijo en un intento de sarcasmo-Ese navajazo no me iba a durar para siempre, ¿no creéis? ¡Taponad todas las putas salidas! ¡Dispersaos por todo el jodido complejo y tomad como rehén a absolutamente toda persona que quede aquí dentro! ¡Que no pueda entrar ni salir absolutamente nadie hasta que no hayamos terminado aquí!
Toda la masa de individuos trajeados se dispersó por el edificio a la vez que aparecían más para sumarse a las tareas que les habían encomendado, quedando el chico de cabello verde, el hombre de gafas de sol y la joven rubia ante Izaya, Ayashi, Saito y Xing Yi.
Será mejor que obedezcáis antes de que os matemos a sangre fría.-dijo la mujer mientras amenazaba de muerte al recepcionista.
Hazte un favor y cómeme la polla, ¿quieres, zorra?-preguntó Saito-¿O tal vez debería llamarte…Cygnus?
Una bala perforó el suelo justo al lado del pie derecho del chico.
La próxima vez no fallaré a propósito.-dijo la chica-¿Cómo has podido dejarlo escapar con todo lo que sabe?
Ni yo sé cómo se las apañó.-dijo indignado el joven de la trenza.
La mujer rubia sintió cómo le saltaban la pistola de un golpe y la agarraban por detrás.
No es buena idea discutir con tus amigos delante del enemigo, ¿no crees, guapa?-preguntó Ayashi, que se había acercado silenciosamente a ella para salvar a aquel hombre inocente.
¡Suéltame, pedazo de puta!-gritó la mujer trajeada.
En medio del forcejeo, el joven de la trenza disparó contra Ayashi…con la mala suerte para él de que no pudo acertarle entre el movimiento. No obstante, la chica gritó de dolor, pues la bala le había pasado rozando y le había quemado la piel. La mujer rubia aprovechó el momento para quitársela de encima a golpes y lanzarla por los aires.
Agh…-se quejó Ayashi mientras caía acuclillada.
Es hora de acabar con esto.-dijo el hombre de la trenza crujiéndose los nudillos-Vamos a matarlos.
Los otros dos asintieron. El joven de la trenza se acercó a Saito, pero Izaya le salió al paso.
¡Cuidado!-exclamó Saito-Tiene una fuerza, unos reflejos y una agilidad inimaginables.
Como si quisiera demostrarlo, el chico trajeado de la melena verde corrió hacia la pareja como Saito recordó que hizo el anterior viernes.
¿Éste?-preguntó Izaya separando las piernas y abriendo los brazos-¡Este niñato lo que está pidiendo a gritos es que le den la merienda y lo pongan de patitas en la cama!
El supuesto asesino saltó hacia Izaya, quien lo agarró al vuelo y, agitándolo con fuerza, giró sobre sí misma y lo estampó fuertemente contra el suelo, haciendo presión con sus manos para asegurarse de que ese delgado  cuerpo absorbía toda la energía del impacto.
¡Aries!-gritó la chica rubia-¿Puedo?
Adelante.-dijo secamente el corpulento hombre negro.
La mujer sacó un arma un poco más grande que la pistola anterior.
¿Eso es una metralleta?-se sorprendió Ayashi-¡CORRED, JODER, DETRÁS DE LAS COLUMNAS!
¡SÁLVESE QUIEN PUEDA!-gritó Izaya mientras corría.
La mujer comenzó a disparar en todas las direcciones.

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