miércoles, 21 de agosto de 2013

[TotPP] Capítulo XII: La unión hace la fuerza

XII: La unión hace la fuerza

¡Joder, joder, joder!-gritaba Ayashi desquiciada-¡Esto no es “fuego en el agujero”! ¡Son los agujeros que nos van a hacer a fuego! ¡JODEEEER!
La chica rubia disparaba barriendo ángulos enormes pivotando con un pie mientras reía como una loca. De que quisieron darse cuenta, los cuatro estaban a salvo detrás de los pilares del vestíbulo.
¿Cómo coño…-se preguntó Saito en voz alta.
¡Mierda, no!-oyeron gritar al hombre de la trenza-¿Cómo has podido dejarte llevar por tus instintos psicópatas cuando se supone que tendrías que ser más que experta en el manejo de la metralleta?
Oh…-dijo la chica cuando se hubo quedado sin balas, observando a sus dos compañeros acercarse a los pilares-¡lo siento!
Desarmad a esa zorra…-susurró Saito a Izaya y a Xing Yi, que estaban más cerca de ella.
Temeraria como sólo ella podía ser, Izaya se despegó de la columna y corrió hacia la chica, notando un fuerte impacto en la nuez que la dejó momentáneamente sin respiración: el hombre negro había estirado su brazo y se había chocado de lleno con él, viéndose suspendida en el aire el suficiente lapso de tiempo como para caer al suelo sin posibilidad de recuperar el equilibrio.
¡Izaya!-exclamó Xing Yi.
El chico corrió hacia la chica para evitar que se llevara más golpes. Paralelamente, Ayashi y Saito estaban saltando de columna en columna para evitar llevarse tiros innecesarios, jugando al gato y el ratón con el chico que respondía al sobrenombre de Aries. Escucharon el fuerte golpe del corpulento hombre golpeando a Xing Yi hasta tirarlo al suelo. Se giraron a mirar, perdiendo la ventaja que llevaban con Aries, quien saltó hacia ellos con las piernas por delante. Saito le hizo un gesto a Ayashi y lo interceptó, mientras que la chica continuó corriendo. Sin atreverse a girarse, pues sabía que su compañero podría llevarse una brutal paliza, terminó de avanzar hasta la columna más cercana a la chica rubia, que recargaba la metralleta, y saltó hacia ella.
¡PUTA, SUELTA ESO!-gritó.
Sin esperárselo, la joven rubia vio cómo su cargador salía disparado y la fuerte Ayashi le arrancaba el arma de las manos, arrojándola lo más lejos posible de su dueña. En ese momento, intentó asestarle un puñetazo para noquearla, pero la chica trajeada fue más rápida y le golpeó con la palma de la mano en la cara, echándola hacia atrás lo suficiente como para quitársela de encima de una patada. Levantándose justo después de caer, Ayashi cargó de nuevo contra la chica rubia, con la que intercambió varios golpes. Observó el panorama: Saito estaba intentando contener al menudo joven de cabello verde, mientras que Izaya y Xing Yi intentaban infructuosamente unir fuerzas para derrotar al hombre negro. Conforme fue forcejeando con su contendiente, Ayashi fue viendo que estaba cada vez más cerca del punto donde Izaya y Xing Yi se batían con el corpulento hombre. Ya que ninguno podía acometer a su contrincante, decidió pensar de manera estratégica: era el momento de un cambio de pareja.
¡IZAYA!-gritó Ayashi entre los sonoros gritos y golpes.
¿QUÉ?-chilló la otra chica mientras esquivaba un golpe de fuerza alarmante.
¡TE PASO ESTA PELOTA A CONDICIÓN DE QUE LA JODAS BIEN JODIDA!-gritó la joven de ojos verdes.
Con una mezcla de rabia, temor y desesperación, giró sobre sí misma y lanzó una fuerte patada contra la cabeza de su contendiente, lanzándola hacia Izaya, quien le hizo un gesto a Xing Yi para que aguantara contra el musculoso hombre que intentaban tumbar y, acto seguido, agarró a la joven que iba a la deriva, giró sobre sí misma mientras le apretaba fuertemente en las costillas, saltó todo lo alto que pudo y, sin dejar de girar, la apretó con las piernas cruzadas a la altura del abdomen, bajando en picado con su cabeza como primer punto de contacto con el suelo. Se oyó un fortísimo golpe, quedando Izaya envolviendo con sus piernas a la otra mujer, que yacía vertical y bocabajo en el suelo, sangrando y temblando.
Me halaga que confíes en mi fuerza.-dijo Izaya aliviada al ver que habían conseguido abatir a una de las más peligrosas-Confío en que no vuelva a levantarse.
¡Cuidado!-oyeron gritar a Xing Yi.
El hombre negro cogió a Izaya por la espalda y le rasgó la blusa, dejando ver su sujetador. Acto seguido, se dispuso a hincarla de espaldas contra su rodilla, pero Ayashi y Xing Yi le dieron sendos puñetazos, en el esternón y en la zona dorsal respectivamente, ralentizando a su oponente lo suficiente como para que Izaya se soltase y le golpease con las dos plantas de los pies en la cara antes de aterrizar, clavándole los tacones en el cuello. Sin pararse a ver si su oponente había sufrido o no daños, corrieron hacia Saito, quien estaba recibiendo múltiples patadas contra una columna. Al ver que sus compañeros acudían en su ayuda, el chico se envalentonó, agarró a su contendiente del cuello de la camisa y lo lanzó de un puñetazo contra la columna de enfrente.
¡Vamos a pasar de sus putas caras!-gritó Saito mientras salía corriendo-¡Puede quedar gente inocente dentro del edificio y estarán entonces en peligro!
Xing Yi, Ayashi e Izaya se disgregaron, yéndose cada uno por una derivación del amplio recibidor.
¡Mierda!-gritó el hombre más corpulento-Me habría encantado follarme a esa zorra.
Habrá que dar la voz de alarma…-dijo el chico más bajo mientras se ajustaba la corbata.
Cygnus.-dijo secamente el hombre negro-Levanta.
La chica, que había quedado prácticamente incrustada en el suelo ante la demoledora e inesperada llave de Izaya, temblaba e intentaba moverse, pero le costaba.
¡Joder!-gritó de nuevo el hombre.
Se cargó a la chica a sus hombros.
No te van a atender hasta que no terminemos el puto trabajo.-dijo-Pero, ¿qué remedio? Habrá que cargar contigo. Aries, avisa a los peones, yo me voy a buscar a mi puta.
El corpulento hombre de mediana edad se fue, con su compañera a cuestas, siguiendo el pasillo por el que había visto irse a Izaya.
Una gran noche…-dijo el chico, viéndose solo en el vestíbulo-…con violaciones y todo.
Sacó un comunicador del bolsillo de su chaqueta.
. . .
Ayashi se encontraba perdida entre tantos pasillos. No conocía el edificio y no sabía exactamente qué hacer ni adónde ir. Tendría que buscar posibles rehenes, así como asegurar una salida: los tenían sitiados, al parecer. Al girar una esquina, vio saltar a un hombre con un cuchillo hacia ella.  De manera casi refleja, se apartó con una voltereta y lo embistió con una patada, desarmándolo. Acto seguido, lo sometió a una combinación de ágiles y atípicos puñetazos con giros y cruces hasta que lo noqueó.
Esto es jodidamente peligroso…-dijo para sí-…en cualquier momento podrían saltarme por la espalda y…
Al decirlo, pensó en ello y se dio la vuelta. No había nadie. Volvió a girarse para continuar su camino, viendo entonces donde antes no había nadie a tres hombres con pistolas.
No nos gustan los fugitivos.-dijo uno de ellos.
Ni a mí los hijos de puta.-respondió Ayashi.
¿Cómo has dicho, perra?-preguntó otro de los hombres mientras se acercaba y le apuntaba al entrecejo-¡Arrodíllate!
La chica obedeció. El hombre pegó su cuerpo a ella en ese momento, bajando la pistola y llevándose la mano a la correa del pantalón.
Espero que tengas hambre…-dijo, delatando sus intenciones.
Más asqueada que asustada, Ayashi aprovechó que estaba descuidando la pistola para tirarlo al suelo con una patada en barrido, cogiendo entonces su arma y levantándose, apuntando a los dos hombres restantes mientras pisaba al otro en el cuello.
Será mejor que soltéis las putas armas, ¿no creéis?-preguntó Ayashi.
No estás en condiciones de jugar con nosotros.-dijo una voz desconocida detrás de ella.
Se giró y vio que habían llegado más hombres y la habían rodeado, llevando cada uno no una pistola, sino un revólver de gran calibre.
. . .
¡Apartaos de mi vista!-gritaba Saito mientras despachaba a algunos individuos con su navaja.
No dejaban de llegar. Tras abatir a uno con una patada alta, golpeándolo con la puntera del calzado en la frente, vio que había varios hombres que fluían como el agua por un pasillo. Se cruzó a ese pasillo, pudiendo seguirlos desde sus espaldas. Conforme se acercó, distinguió a Ayashi rodeada por los hombres que no paraban de llegar. Ante la situación, decidió acercarse sigilosamente y apuñalar a los cuatro que quedaron más cerca de él. Tras ello, aprovechó la conmoción para correr entre los resquicios de la muchedumbre, golpeando a los más propensos contra las paredes más cercanas, dándole a Ayashi suficiente libertad como para atacar también.
Será mejor que busquemos un sitio por el que salir…-dijo Ayashi cuando se vieron solos.
Oigo algo en la sala contigua.-respondió Saito tras hacerle un gesto de asentimiento.
Abrieron suavemente la puerta. Lo que vieron los dejó impactados, sobre todo a Saito. Frente a ellos, separado por una sólida pero transparente pared vítrea, se encontraba un hombre de unos cincuenta años, con un traje de aspecto muy caro y sentado en una silla de la que salían clavos que lo atravesaban en pies y manos, fijándolos con correas, las cuales también llevaba en el cuello.
¡Joder!-gritó Ayashi acercándose a Saito y dando la espalda a la imagen.
Sa…-intentó decir el hombre-…i…to…
¿Lo conoces?-preguntó la chica extrañada.
Es el gerente del club donde solía trabajar.-dijo Saito anonadado-Donde solía trabajar hasta que fue derruido por estos cabrones.
So…-tartamudeaba el torturado, presa del dolor-…socorro…
¿Cómo podemos atravesar ese muro?-preguntó Saito-¿Hay alguna entrada lateral?
El estallido que tuvo como respuesta fue sobrecogedor. La cabeza del hombre reventó, tiñendo el vidrio de rojo. Oyeron pasos al otro lado de la vitrina. Vieron, asimismo, una mano sujetando un revólver pesado, pero, por la sangre, no pudieron ver bien el cuerpo entero del dueño…aunque la complexión que le distinguía el chico a trasluz le era familiar. Cuando la sangre hubo escurrido lo suficiente como para vislumbrar el rostro del verdugo, Saito se encolerizó.
¡TÚ!-gritó.
Ayashi se giró y vio a la chica de cabello castaño, con la misma coleta de la otra vez, que les sonreía con sorna. Se alejó de la sala sin mediar palabra, pero sin que pudieran perseguirla.
. . .
Izaya, que había tenido oportunidad de ver algunos de los laboratorios, ya sabía moverse medianamente bien por el complejo. Puerta por puerta, fue buscando rehenes. Lo único que encontró fue a algunos hombres vigilando en algunas salas, por lo que tuvo que arriesgar su vida para protegerse de los disparos hasta que pudiera sorprenderlos mientras recargaban. Asimismo, pasó por al lado de varias salidas accesorias, todas ellas taponadas por una barricada humana para cuyo sorteo se tuvo que esforzar al máximo en el sigilo o, al menos, en todo el sigilo que una mujer de casi dos metros con la ropa rota podía ofrecer. Encontrándose sola en uno de los pasillos más amplios, escuchó y sintió un fuerte golpe que la hizo caer al suelo de bruces, quedando a cuatro patas. Al girarse, vio al hombre negro, que llevaba a la chica a la que le había dado una lección en brazos. Sin tener tiempo para levantarse, recibió otra patada, acabando por golpearse contra una pared. Acto seguido, el hombre dejó a su compañera en el suelo sin ningún cuidado y agarró a Izaya del cuello, levantándola del suelo.
Mientras intentaba quitarse la opresora mano del hombre con las suyas propias, Izaya lanzó varias patadas al pecho de su persecutor, logrando soltarse y caer de pie frente a él. Iba a ponerse en guardia, pero recibió un fuerte puñetazo en la cara, volviendo a ser estampada contra la pared. Acto seguido, fue brutalmente golpeada con un revés con el dorso del enorme puño del hombre.
¡NO!-gritó Izaya mientras un chorro de sangre salía de su boca y sus gafas salían disparadas.
El hombre terminó de rasgarle la blusa de arriba hasta abajo, dejando ver su vientre. Acto seguido, la agarró de los tobillos y le separó las piernas, clavando los ojos en su ropa interior.
Nos vamos a divertir…-dijo el hombre con una sonrisa macabra.
Hijo de…-susurró Izaya.
El hombre, pensando que la chica ya no podía hablar por el dolor y la humillación que sentía, decidió regodearse.
¿Cómo dices?-preguntó el hombre.
¡DIGO QUE ERES UN HIJO DE LA MÁS GRANDÍSIMA, BARATA Y SUCIA PUTA!-chilló la chica con una expresión de rabia en su rostro que su agresor jamás podría haber imaginado.
Mostrando la increíble fuerza de su abdomen, Izaya se incorporó sobre el apoyo de sus tobillos en las manos del hombre, doblándose hasta darle un cabezazo en la frente con una fuerza tal que lo obligó a soltarle las piernas. Tras ello, se levantó y lo empujó contra la pared con un placaje de hombro.
¡CABRÓN!-gritó mientras le agarraba un brazo.
Haciendo un acopio de fuerzas, lo lanzó contra el suelo. Tras ello, le dio una fuerte patada en la cabeza, y otra después, y otra, y otra más hasta que vio que sangraba por la nariz y por la boca.
Se acercó hacia sus gafas y se las puso, aliviándose al ver que no se habían roto.
Y…-dijo Izaya muy enfurecida-¡NO ME IMPORTARÍA QUE ESTO TE MATASE Y QUE TE PUDRIESES AQUÍ, JODIDO HIJO DE PERRA!
La chica saltó desde donde estaba hasta el hombre. Cuando empezó su caída, juntó las piernas y se las agarró, pegándoselas a los glúteos, cayendo con las dos rodillas sobre el estómago y el esternón del corpulento hombre, de cuya boca emanó un chorro de sangre bastante caudaloso. Sin pararse a ver cómo había quedado el hombre que había intentado violarla, echó a correr muy enfadada hacia el primer pasillo en el que oyó ruido.
. . .
No sé por qué se demoran tanto…-dijo Aries-…aunque me basto yo solo para acabar contigo.
Eso ya lo veremos.-dijo Xing Yi desafiante-Has tenido muy mala suerte al tener que enfrentarte a alguien de mi calaña.
No me das ningún miedo.-repsondió el joven de la trenza-Eres un mosquito frente a un tigre.
Ah, pues… ¿sabes qué, gatito?-dijo Xing Yi mientras se crujía los nudillos-A pesar de que eres un enano físico y, por lo que a la situación respecta, también mental, me parece que estás bastante bueno. No sé cuántos años tienes, probablemente menos que yo, pero los suficientes como para que no me tachen de asaltacunas. Lo que vengo a decir es que…si te doy la soberana paliza que me estás pidiendo, ¿te importaría que después le comiera toda la polla a tu cuerpo sin conocimiento? Nunca le he hecho una mamada a alguien dormido o inconsciente y me encanta innovar, ¿sabes? Por supuesto, también ibas a notar dificultades al sentarte cuando despertaras…
Mi cerebro no está hecho para procesar semejante volumen de idioteces.-respondió el chico de corta estatura mientras estiraba las muñecas y el cuello.
Justo cuando iban a empezar a pelearse, oyeron unos pasos muy acelerados. Conforme se acercaban, distinguieron el sonido de unos tacones, concretamente a la espalda del coreano, quien se giró y vio a Izaya corriendo como una posesa, con la blusa totalmente rasgada, enseñando todo el cuerpo y con el rostro henchido de furia.
¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH!-gritó al ver a Aries.
Pasó de largo con respecto a Xing Yi, se acercó al chico del cabello trenzado y lo empotró en la pared de un vehemente y brutal puñetazo en carrera.
Joder, Izaya…-dijo Xing Yi a modo de saludo-…ver que te mueves así, repartes esas hostias tan bonitas, observar cómo me quitas a este mentecato de encima y que, además, vienes casi enseñándome las tetas, me hace replantearme si realmente no me gustan nada en absoluto las mujeres en lo que a sexualidad respecta…
Je…-dijo Izaya ahuecándose el pelo con una sonrisa-…si no tuviera la total y completa certeza de que te van los rabos casi más que a mí, lo cual ya sería mucho decir, tal vez me asustaría un mínimo.
¡Qué bien me conoces!-rió Xing Yi-Oye, ¿por qué venías tan cabreada?
¿Es acaso poco motivo para salir loca el que nos intenten encerrar y matar?-preguntó Izaya-Quitando eso, el musculitos ha intentado violarme.
¡NO PUEDE SER!-gritó Xing Yi con cara de preocupación-¿Qué te ha hecho? ¿Estás bien? ¿Dónde está? Voy a ir y lo voy a…
En el mismo orden…-le cortó Izaya-…nada, sí y sangrando en el suelo varios metros atrás.
¿Has podido con él?-se sorprendió Xing Yi.
No sé qué demonios me ha pasado…-dijo Izaya-…pero me he visto infinitamente fuerte por unos minutos. O hacía eso, o me follaba, y no me hace ni puta gracia que lo haga una persona que quiere verme muerta y que encima es de color…porque sabes tan bien como yo de lo que pueden alardear en esa etnia.
Ya lo creo…-dijo Xing Yi-...bueno, entonces…están los tres fuera de combate, ¿no es así?
Hagamos recuento…-dijo Izaya-…a la rubia me ha faltado poco para astillarle el cráneo, a éste le acabo de fundir los plomos y al señor de hombros anchos casi lo violo yo a él antes que él a mí…
Me resulta increíble que hayas podido sola con los tres…-dijo Xing Yi-…te admiro como luchadora.
No habría sido posible sin vuestra ayuda.-dijo Izaya-Podría haber sido violada antes si Ayashi y tú no me hubierais ayudado a soltarme antes…
Mejor no pensar en ello, ¿verdad?-dijo Xing Yi condescendiente-Vamos a buscar la salida…
Sí…-dijo Izaya-…no hay nadie en esta planta.
¡NOS VAMOS A TOMAR POR CULO DE AQUÍ!-gritó Ayashi detrás de ellos.
Saito y ella estaban acercándose a ellos a la carrera.
¿Queda alguien en esta planta?-preguntó el chico-Hemos mirado en las demás y a los pocos rehenes que hemos visto los habían ajusticiado antes de que llegásemos.
Aquí no queda nadie…-dijo Izaya-…y no confiaría en que esos cabrones con corbata estuviesen mucho tiempo dormiditos.
¿Han caído los tres?-preguntó Ayashi.
Sí…-dijo Izaya-…aunque no sé por cuánto tiempo.
No han caído.-dijo Xing Yi-¡LOS HA TIRADO!
Aunque no debería permitirse el lujo de ello, Izaya se enorgulleció ante las palabras de Xing Yi y las miradas del resto.
Lamento interrumpir este momento tan emotivo, pero…-dijo Saito-…los otros están aquí.
¿Qué otros?-preguntó Xing Yi-¿Los que nos fastidiaron nuestro primer trabajillo?
Ésos.-respondió Saito-Al menos, la  tía de la cola de caballo está. La he visto. Por tanto, no me extrañaría ver también a esos dos que parecen hermanos y no se separan ni aunque sus vidas dependan de ello.
Los cuatro se miraron. Asintieron y echaron a correr. Aconsejados por Izaya, decidieron bajar hasta el garaje, que era la salida más amplia y contaba con varios accesos a la calle, por lo que decidieron que, desde allí, podrían volver a respirar aire fresco y poner de nuevo sus cosas en orden. Al llegar abajo, vieron cómo sus temores se hacían realidad: la chica y los otros dos hombres, el del cabello negro con tupido flequillo y el rubio engominado, estaban allí. No tardaron en girarse hacia ellos, pues los oyeron abrir una de las puertas. Vieron que las plazas estaban ocupadas por coches negros que antes, pensó Izaya, no estaban ahí: habían aparcado dentro del propio edificio para invadirlo. La chica distinguió su coche en el fondo, así como una salida que no estaba tapada por hordas de gente trajeada, custodiada por el peligroso trío.
Vaya, vaya…-dijo la mujer-…buenas noches. ¡Atrapadlos!
Los dos hombres se lanzaron hacia los chicos, pero vieron algo que los ralentizó. Ante ello, Xing Yi se giró, distinguiendo al hombre negro cargando con la chica rubia acompañado por el joven de cabello verde, cuya trenza estaba casi deshecha: ambos caminaban con lentitud.
Hacemos un trato.-dijo Saito deslizándose ágilmente-Nos dejáis irnos, no nos seguís y, a cambio, no nos cargamos a vuestros amigos.
El chico había rodeado a los dos hombres con sus brazos, había elevado al más bajo a la altura del otro y les había puesto su enorme navaja, que podía cortar perfectamente ambas gargantas a la vez, a la altura de los cuellos de ambos.
Los dos hombres pararon en seco.
Abrid la puerta.-dijo Saito-Ahora. Vamos a salir en coche.
Ninguno de los tres se movió.
Ha dicho…-dijo Ayashi-…que abráis la puta puerta. Levantad esa persiana  y dejadnos salir. No queréis perder tres gaznates, ¿verdad?
Creedme que los mataría con gusto ahora mismo.-dijo Saito-Me habéis jodido la manera de ganarme el pan.
Y a mí también.-dijo Izaya-Os vamos a tirar a la policía encima, hijos de perra.
¡JAJAJAJAJAJAJAJA!-rieron los tres.
Eres demasiado inocente para las pintas de puta que llevas.-dijo la chica de la cola de caballo.
Llevaría mi ropa en su sitio si el hijo de puta de tu amigo no hiciera lo que no debe.-respondió Izaya-Además, lo de ser puta se demuestra con el estilo de vida, no con la vestimenta…y tú en eso eres de Matrícula de Honor, ¿sabes? Como dije en una ocasión en privado, y lo digo ahora en público…reconozco a una zorra cuando la veo.
La mujer de la cola de caballo lanzó un escupitajo, pero impactó contra el suelo dada la distancia que la separaba de Izaya. Resignada, accionó el mando y la persiana comenzó a subir, mostrando la calle, tranquila y solitaria de madrugada.
Tirad para el coche.-dijo Saito-Subiré el último.
Ayashi y Xing Yi se acercaron al coche. Izaya, la conductora, los siguió de cerca. Al pasar por al lado de la mujer de la cola de caballo, le dio una bofetada en la cara. Los dos hombres se lanzaron a por ella, pero Saito les hizo un gesto de desaprobación. Iracunda, la mujer observó cómo los chicos subían al coche. En último lugar, Saito avanzó lentamente hacia el vehículo, inmovilizando a los dos hombres, que no tenían fuerzas para oponer resistencia. Al llegar a las puertas del vehículo, ante los tres tipos trajeados, que miraban con rabia e impotencia, Saito agarró a la chica rubia que colgaba de los hombros del hombre negro y la lanzó contra los dos hombres, desequilibrándolos. Acto seguido, agarró a los dos hombres que llevaba apresados del cráneo, chocó con vehemencia sus cabezas y los tiró con desprecio ante los pies de la chica, cuyo rostro parecía que iba a estallar en llamas de un momento a otro. El joven entró en el coche de Izaya, cerrando la puerta tras de sí, y ésta pisó el embrague y el acelerador. 
Atropéllalos.-dijo Saito-Acabemos de una vez con esta mierda.
No.-dijo Izaya con rotundidad-Hay muchos más aparte de ellos y no creo que sean los jefes de nada ni se aproximen a tal rango. Además, no quiero ser una asesina…será mejor que nos vayamos de aquí y busquemos la manera de neutralizarlos con ayuda de la justicia o el gobierno.
Dicho esto, la chica salió del complejo, surcando las solitarias calles de la ciudad.
Estaba ahí dentro…-dijo Saito.
¿Quién?-preguntó Xing Yi.
El gerente del club donde trabajaba.-dijo Saito-El viernes, cuando fui al show, me lo encontré derruido y fue cuando me drogaron. Hoy lo he visto…estaba ahí, atado y clavado a una silla…y seguro que pretendían que yo lo viera. La zorra de la coleta le ha volado la cabeza…
Joder…-dijo Xing Yi.
Mi trabajo a tomar por culo, igual que el tuyo.-dijo Izaya con amargura-Mañana me pasaré, pero temo que me manden a mi casa. Aunque tal vez se les ocurra la manera de que eso siga funcionando…no ha habido daños mayores en el edificio y podrían seguir usándose las instalaciones…
Suerte entonces.-dijo Saito-Y otra cosa que no me explico es qué coño hacía la profesora de barra en el complejo.
Se me ha pasado contártelo…aunque yo también me acababa de enterar.-dijo Izaya-Es la jefa de investigación de todo el edificio, la que nos coordina y dirige a absolutamente todos. Qué pequeño es el mundo…la profesora también es geóloga.
¿Pequeño o podrido?-preguntó Saito.
¿Eh?-dijo Izaya mientras cambiaba de marcha con la palanca.
¿No crees que son demasiadas coincidencias?-preguntó Saito-¿No crees que esa mujer está implicada? Casualmente hoy, que ha pasado todo esto, ella no estaba en clase…la diosa de la puntualidad y la perfección ha tenido que ausentarse…y nos la encontramos por la noche en el sitio donde casi nos matan por segunda vez…esa tipa me está empezando a oler mal…

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