sábado, 31 de agosto de 2013

Triple S ~ Capítulo 1: ¿Me ayudas?

Capítulo 1: ¿Me ayudas?

“Hola, me llamo Myo, tengo 16 años, me he registrado en este foro porque he visto que participáis muchos bisexuales y homosexuales. No tengo muy clara mi orientación sexual, desde siempre me he fijado en las chicas, pero creo que me empiezan a atraer mis compañeros de clase, amigos íntimos desde la infancia. Llevo así cosa de un año, y, desde los últimos sucesos que han aparecido en las noticias, esta atracción se ha acentuado, lo que tal vez demuestre que, independientemente de vivir bajo una u otra orientación sexual, soy un cobarde. Me preocupa más el hecho de que sea un cobarde que el de no tener claro lo que me gusta. ¿Me ayudas? Gracias.”
¿Qué estás haciendo?-preguntó Alice.
¡Na…nada!-respondió Myo.
Borró todo el mensaje y cerró el portátil de golpe.
Intentaba resolver un problema de clase, pero no me sale…-dijo Myo con cara de pesadumbre-empiezo a creer que soy un negado en Física.
Devolvió la mirada a Alice. Era uno de sus mejores amigos, presente en su vida desde su infancia. Era más bien bajo, tenía un cuerpo extremadamente delgado y se le marcaban todos los huesos. Su piel era brillante y tersa. Tenía unos brazos y unas piernas muy delgados que le daban un aspecto débil y enfermizo, pero su rostro siempre reflejaba serenidad. Sus ojos, de un color azul claro plateado, eran brillantes y estaban llenos de empatía y bondad. Llevaba su larga cabellera de color azul claro mate recogida en una cola de caballo recta que le llegaba hasta casi la cintura, mientras que lo tenía suelto y en corte de cazo por los lados de la cara.
No te preocupes, Myo, el examen es dentro de un mes y medio.-lo tranquilizó Alice con su voz suave y dulce, algo afeminada en armonía con su rostro-Además, no eres ningún negado. Todos los años has estado aprobando todas las materias. Física no será una excepción, ya lo verás.
Myo bajó la cabeza.
Sí, he aprobado todas, pero, ¿en qué situación?-se lamentó-Nunca subo del 6, muchas veces apruebo por los pelos, me quedo al borde del suspenso y lo paso muy mal…ya me gustaría tener una media de 10 con Matrícula de Honor en todas las asignaturas, como Priscille.
Alice se plantó frente a Myo y le estiró de las mejillas, forzando una sonrisa en su cara.
¡Myo!-le dijo con cariño y una tierna sonrisa-¡Esto no te corresponde, tú no eres así! ¿Dónde está el Myo alegre, animoso, fuerte y valiente al que todo el grupo quiere tanto?
El joven Myo sintió un escalofrío cuando las manos de su amigo comenzaron a tocar su piel. Un escalofrío que hizo que sus preocupaciones se aliviasen…un escalofrío de placer, tal vez. Alice siempre tenía las manos frías. Era un chico gélido en todos los sentidos. Siempre aislado, intercambiando las mínimas palabras posible, sin inmutarse ante nada ni nadie…sólo abierto ante sus amigos. Un manojo de timidez y delicadeza.
Está bien, está bien, Alice…-Myo cogió las frías manos de su amigo y las dejó sobre la mesa, volviendo a sentir ese dulce escalofrío-…por cierto… ¿has visto las noticias?
Hubo otro ataque anoche.-dijo Alice con preocupación.
Sí, tío…-Myo estaba muy preocupado por las noticias de su barrio-…cuesta creer que haya una especie de enfermedad, mutación o lo que Dios quiera que sea que afecte únicamente a las mujeres y las convierta en monstruos devoradores y asesinos de hombres…
Menos mal que éste es un colegio privado masculino.-dijo Alice-Por lo menos, aquí dentro estamos a salvo.
Sí, pero…-se quejó Myo-es muy arcaico. Que sólo tengamos profesores y ninguna profesora…que no podamos relacionarnos con chicas…es como si nuestra vida estuviese incompleta.
¿Tan interesado estás en las chicas ahora mismo?-preguntó Alice con un esbozo de timidez.
Pues…-Myo daba vueltas a su cabeza-como todos a esta edad, ¿no?
Ya…-dijo Alice sonrojándose levemente-bueno…
Myo miró la hora.
¡Eh, Alice, mira qué hora es!-dijo Myo-¡Vamos a cambiarnos y larguémonos a casa ya!
Alice se fijó en el reloj de pared que estaba mirando su amigo y le dio la razón con la cabeza.
Se dirigieron juntos a los vestuarios, donde colgaron sus uniformes escolares y comenzaron a ponerse sus ropas de calle. El uniforme escolar no gustaba a nadie. Era una horrible camisa blanca genérica, un pantalón negro muy incómodo, unos zapatos marrones nada juveniles y una corbata obligatoria, pudiendo elegir el color de la misma. La de Alice era de un color azul helado y la de Myo, amarilla. Por vergüenza de Alice, cuando los chicos se cambiaban juntos para volver a casa, lo hacían en mamparas separadas en lugar de en medio del vestuario como cuando estaban los demás. Myo lo agradeció. No sabía cómo reaccionaría si viese a Alice en ropa interior, con ese cuerpo tan estilizado y ese porte…
Terminaron de vestirse y se miraron. La verdad es que los cuatro amigos eran un grupo muy peculiar a la hora de vestir. No se parecían en nada, y eran todos unos extravagantes de cuidado, con modas propias. Alice llevaba un extraño mono azul brillante muy ajustado, sin mangas y sin perneras, con pelo artificial de color blanco en los hombros y las ingles, con unos guantes a juego hasta la mitad del antebrazo y unas botas de suela casi plana hasta la mitad de la espinilla. Cuando salía de clase, se soltaba la coleta y se le quedaba marcada y suelta en disonancia con su corte de cazo. Myo no se parecía en nada, parecía un héroe de videojuego, con su camiseta sin mangas ajustada de color naranja con dibujos tribales negros, unos pantalones de campana negros con forro interior rojo, zapatillas deportivas de suela gruesa, en color negro y con cordones amarillos chillones, varias pulseras en ambas muñecas y una larguísima bufanda naranja, amarilla, verde y negra formando extraños patrones tribales. Su cabello verde engominado y sus ojos amarillos y felinos le daban el toque final de vistosidad. Así, ambos amigos salieron del vestuario, tras cerrar sus taquillas, con sus uniformes dentro, con llave. Un chico enseñándolo prácticamente todo y otro con una bufanda por los tobillos. Total disparidad bajo la que hay una irrompible amistad. Caminaron hacia la salida del instituto mientras cargaban con sus carteras y conversaban. Al salir a la calle, un viento escalofriante y algo ominoso los azotó levemente. El cielo estaba un poco nublado, parecía que se avecinaba una tarde deprimente.
¿No vas a tener frío así?-preguntó Myo al fijarse en el ya familiar y común atuendo de su amigo.
Yo nunca tengo frío…-dijo Alice mientras miraba hacia el cielo.
Oye, esta atmósfera me da pena…-dijo Myo-parece que hoy va a reinar el aburrimiento. Tengo que estudiar Física, Priscille y Michelle no están por los temas de los clubes y la semana cultural, hace mal tiempo…
Venga, Myo, deja de torturarte.-repuso Alice-Ve a casa, relájate y haz lo que tengas que hacer. Mañana será un día mejor. Volveremos a estar los cuatro juntos, como siempre.
Myo forzó una sonrisa.
Tienes razón.-le respondió-¡Nos vemos mañana!
Alice se despidió con una sonrisa y un movimiento de su cabeza y echó a andar en sentido contrario a Myo. Sus casas estaban diametralmente opuestas en la céntrica ciudad de Tokyo. Lo miró una última vez. Se alejaba, con sus andares apesadumbrados y la impresión de que el viento lo arrastraría. Parecía anémico, y su trasero era totalmente plano. Pero estaba sano como una manzana.
Myo vivía solo. Sus padres estaban trabajando en Tel Aviv, la capital israelita, como médicos. Rara vez podía comunicarse con ellos: la telefonía móvil era muy cara entre Japón e Israel, y la conexión vía Internet era difícil debido a las diferencias de franjas horarias, la poca disponibilidad de los padres y el ajetreo que el propio Myo se imponía. Se mataría a estudiar. Aprobaría ese condenado examen de Física. Y haría cientos de abdominales y flexiones hasta caer dormido en el suelo. Quería ser tan listo como Priscille y tan fuerte como Michelle. Eran lo más importante que tenía en la vida, junto con Alice y sus padres, y quería estar a su altura. Los admiraba mucho. Las dudas de su sexualidad, el revuelo de las mutaciones de mujeres en Tokyo, los exámenes, sus auto-imposiciones, la soledad y la ausencia de dos de sus mejores amigos durante, hasta ese momento, cuatro días, lo tenía alicaído. Andando sin ganas, llegó a su apartamento. Abrió la puerta, cerró con llave tras de sí y se dispuso a dejar la cartera encima de una silla cuando, del susto, se le cayó y dio un golpe contra el suelo. Había una persona allí.
¿Qué hace aquí?-preguntó entre jadeos-¿Cómo ha entrado?
Se giró. Era una mujer alta, con los labios pintados de rojo, el cabello rubio y rizado y un vestido negro y rojo muy rococó con tacones de aguja: su vecina de al lado. Todos sabían que se dedicaba a la prostitución para mantener a su hijo ya que su padre los abandonó.
¡Myo-kun!-dijo la mujer sonriendo cordialmente-¡Buenas tardes!
Mikoto-san…-Myo seguía sin entender qué hacía ahí esa mujer ni cómo había entrado a su apartamento-… ¿puedo…puedo ayudarla en algo?
El corazón de Myo se aceleró. Pensó que moriría de un infarto. Su mente dibujó el esquema de golpe. La forma de actuar de Mikoto no era la habitual. Iba a ser atacado. Lo iba a matar en su propia casa…sin poder despedirse de sus padres. Cayó de rodillas sin darse cuenta y su cara empezó a mojarse.
¿Por qué lloras, cielo?-le preguntó con un tono muy dulce-¡Claro que puedes ayudarme!
La mujer se lanzó ágilmente hacia él y lo estampó contra una columna. Comenzó entonces a quitarle la bufanda lentamente.
¡No, Mikoto-san!-suplicó Myo aterrorizado-¿Por qué hace esto?
Eres un hombre, ¿no es así?-preguntó una iracunda Mikoto-¡HAZME TUYA AHORA!
La ramera se contorsionó y comenzó a frotar sus pechos contra el pecho de Myo.
¡PARE, POR FAVOR!-Myo estaba desesperado.
Mikoto comenzó a acariciar el cuello de Myo y siguió bajando por su torso, sin quitarle nada de ropa. Pronto llegó a su cintura entre movimientos obscenos, gemidos y risotadas aterrorizantes.
¡Ahí no, por favor!-el joven era incapaz de moverse.
¡NINGÚN HOMBRE ES CAPAZ DE RESISTIR LA TENTACIÓN DE UNA MUJER!-gritó Mikoto a la vez que su voz se desfiguraba y adquiría un tono metalizado y animal-¡NINGÚN HOMBRE ES CAPAZ DE RESISTIR MI TENTACIÓN!
La señora Mikoto comenzó a acariciar el pene del chico por encima de sus pantalones mientras su ropa ardía y se caía a trozos. Su piel se hacía grisácea, sus ojos negros se volvían rojos, su pelo se volvía negro y adquiría una textura rala. Le salían alas de la espalda. Su dentadura se tornó afilada. Desnuda, histérica y enloquecida, Mikoto se había convertido en una fea súcubo de pechos caídos. Según la cultura popular, todas las súcubos eran guapas…
¡NOOOOOOOOOOOOOO!-gritó Myo esperando que alguien lo oyera y entrase en la casa-¡SOCORRO!
¡JAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!-la mujer prorrumpió en gritos y risas mientras hacía ademán de masturbar al joven por encima del pantalón.
Myo lloraba desconsolado y gritaba como un niño. Veía su vida pasar por diapositivas. Iba a morir ahí y en ese instante. Su llanto se hizo aún más fuerte cuando se dio cuenta de que, además de de sus padres, tampoco se había despedido de Priscille ni Michelle. Sólo de Alice. Alice…
¿POR QUÉ NO ESTÁS ERECTO TODAVÍA?-gritó la impaciente súcubo mientras frotaba su lampiña vulva contra las costillas del chico.
Alice…
De pronto, un ramalazo de fuerza inundó su cuerpo, haciéndole desear gritar.
¡Porque no me gustas!-le espetó el joven, sin creerse lo que estaba diciendo.
¿CÓMO TE ATREVES?-gritó la sádica criatura mientras le crecían afiladas garras en las manos.
¡No me gustas, eres fea, malvada y asquerosa!-gritó Myo, aún sin creerse dentro de sí lo que estaba diciendo y el riesgo que ello suponía.
Una brutal y casi súbita erección se marcó en sus pantalones.
¡HAS SUCUMBIDO, HOMBRE DÉBIL!-gritó el monstruo-¡INSEMÍNAME Y PREPÁRATE PARA MORIR! ¡MI HIJA BASTARDA ME AYUDARÁ MIENTRAS ESCUPE SOBRE EL CADÁVER DE SU PADRE!
La súcubo le destrozó la bragueta de un mordisco e introdujo su áspera mano en su ropa interior. Comenzó a retirarle el prepucio lentamente.
¡NO!-Myo volvió a su estado de shock, dándose cuenta de que iba a ser violado antes de morir.
¡MIS MANOS SON HÁBILES, HUMANO!-gritó la súcubo mientras agitaba rítmicamente el pene del chico sin aumentar la velocidad a la que le retiraba el prepucio. Con un dedo que tenía libre, comenzó a acariciarle los testículos con la uña, provocándole escalofríos.
No podía acabar así. Con una insulsa despedida con su amigo, sin ver a su familia ni al resto de sus seres queridos, sin afrontar el examen que lo atormentaba, sin nada…
¡No vuelvas a tocarme!-Myo volvió a cambiar, su voz se agravó levemente y espantó a la súcubo.
¿Se estaría volviendo bipolar?
El monstruo comprendió que Myo no estaba erecto por ella. Comenzó a inquietarse. El joven pudo leer sus pensamientos en cierto modo. Lo que él no veía era que su cuerpo estaba brillando con un tenue resplandor verde.
No…-Myo comenzó a jadear y sonrojarse.
La súcubo comenzó a masturbar al chico frenéticamente, sacando su pene al descubierto.
NO…-Myo sintió que no podía contenerse.
¡CAERÁS!-gritó el persistente demonio
¡NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!-Myo gritó para contradecir a su acosadora y se mezcló con un orgasmo. Mientras el semen brotaba de su glande a medio descubrir y manchaba su ropa y sus brazos, la luz verde que lo envolvía se intensificó hasta hacer que el monstruo se retrotrajera.
¡Atrás, criatura infernal!-gritó Myo mientras agitaba sus manos.
Un brillante proyectil verde impactó entre los senos de la súcubo, liberando una corriente de viento que la estampó contra el techo. El chico seguía sin creerse nada de lo que estaba pasando. Tenía… ¿poderes? Una criatura que sólo había visto en videojuegos y libros le había provocado un orgasmo involuntario. No obstante, algo le hizo disfrutarlo y aprovecharse de su energía.
¡Seres como tú dais mala fama a las mujeres!-le espetó el joven, envuelto en una luz verde aparentemente mágica, con el pelo moviéndose como si hubiera un fuerte viento, empapado en semen y con el pene de fuera, todavía erecto.
Myo se llevó la mano al pene, se volvió a cubrir completamente el glande con el prepucio y apuntó con los dedos a la súcubo. Sus dedos tenían un casi transparente pero visible resto de semen a punto de gotear contra el suelo. El monstruo sacó la lengua y se dispuso a lamer los dedos de Myo cuando, de pronto, volvió a emanar ese resplandor verde de sus manos, esta vez convirtiéndose en dos enormes dagas plateadas de empuñadura dorada con las que, sin pensarlo dos veces, ensartó y descuartizó a la criatura maligna, quien, entre gritos y maldiciones, se deshizo hasta explotar en partículas negras que fueron esparcidas por la corriente de viento creada por la manifestación tan paranormal del cuerpo de Myo, hasta salir por la ventana y perderse en el cielo.

La corriente cesó, el brillo se apagó y la erección del chico comenzó a bajar. Miró su pene, mancillado por una criatura lujuriosa y macabra. Estaba muy enrojecido y le dolía un poco por el orgasmo tan intenso que había tenido. Aún le goteaba semen del prepucio. Cayó de rodillas y, posteriormente, al suelo, mientras los pensamientos acelerados le ponían la cabeza como un bombo. Volvió a meter su pene en sus boxers negros con una cruz invertida verde en la entrepierna.  Le asaltaban todo tipo de temores y dudas. Había matado a una mujer. Había dejado a su hijo solo. Había hecho… ¿magia? Lo habían cuasi-violado. Le habían robado el primer orgasmo a manos de una persona que no fuera él al masturbarse. Se sentía sucio, dañado y triste, pero, a la vez, aliviado por su salvación. Comenzó a ver la Física un juego de niños mientras se preocupaba por todo lo que había pasado. ¿Qué sucedería con el hijo de Mikoto? ¿Cómo les contaría esto a sus amigos? O, lo que era más inmediato… ¿tendría que contárselo? El mal tiempo, la creciente oscuridad, la humedad y tacto pegajoso en toda su ropa por la eyaculación y el concentrado olor a semen lo abrumaban mientras cavilaba en el suelo sin poder dejar de llorar por una mezcla de sentimientos con tanta entropía que le estaba causando un dolor inimaginable.

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