domingo, 1 de septiembre de 2013

[SSS] Capítulo 8: Frío

Capítulo 8: Frío

Era viernes. El día anterior, en los vestuarios del instituto Torikamiya, había habido un despliegue sexual de dimensiones notables. Priscille llevaba desde muy temprano con los libros en el banco del borde del tatami. Estudiaba mientras practicaba algunas caídas y movimientos básicos. Esa tarde, despediría la semana con un entrenamiento de Judo bastante duro, pero no podía permitirse dejar de estudiar entre medias.
Por su parte, Myo, Alice y Michelle se habían encontrado por el camino y habían entrado juntos al centro, como solía ser costumbre. Mientras se cambiaban, apareció Priscille con el judogi, el cinturón rojo y unos pesados libros en las manos.
¡Buenos días, chicos!-dijo con una amable sonrisa-Estaba preparando algunas cosas para hoy. Me voy a duchar antes de vestirme.
El joven se soltó el pelo, se quitó la ropa, la dejó en un banco sobre el que puso los libros al lado de su mochila y se introdujo en una de las duchas, donde se terminó de desnudar y se puso bajo el chorro de agua caliente.
¿Todo bien?-preguntó Myo mientras se cambiaba junto con Michelle.
Sí, estupendamente.-respondió el otro chico-Esta mañana me he levantado muy contento…en todos los sentidos.
Cómo no…-dijo Myo sonriendo con complicidad-¿la primera del día?
Y algo me dice que no será la última.-respondió Michelle-Llego a estar un poco más cerca de la cama y me toca cambiar las sábanas…y, por cierto, ¿qué tal tú?
Digamos que no mal del todo…-respondió el chico de cabello verde-…estuve estudiando mucho ayer por la tarde, luego me maté a hacer flexiones y…en resumidas cuentas, tengo cansancio acumulado. Menos mal que mañana es sábado y no hay que madrugar…hablando de fin de semana, ¿esta tarde o esta noche vamos a hacer algo?
Sería todo un placer.-dijo Michelle-Nos merecemos una pausa después de todo lo que ha estado pasando, ¿no crees?
A mí me vendría mejor quedar por la noche.-dijo Michelle-Tengo Judo esta tarde.
Alice salió de la cabina.
Yo estoy libre a cualquier hora.-dijo Alice-Me encantaría que hiciéramos algo juntos fuera de clase, hace mucho que no tenemos un momento de paz…
¿Salimos esta noche, pues?-preguntó Myo.
¡Vale!-dijo Michelle-Después de comer, tengo un entrenamiento de lacrosse, luego iré a ver a mis padres y, después, estaré libre.
En cuanto acabe el entrenamiento me doy una ducha, me cambio, dejo las cosas en casa y salgo hacia donde queráis que nos encontremos.-dijo Priscille.
Esta tarde no creo que haga mucho, tal vez me ponga a avanzar con una prenda que estoy intentando coser, así que saldré en cuanto me llaméis.-explicó Alice.
Bien, pues, como me voy a tomar esta tarde de relax…-dijo Myo-…os iré llamando al móvil. ¿Os parece bien a las nueve en el reloj de la estación?
Todos asintieron.
Cambiando de tema…-dijo Alice-…me gustaría deciros que ayer fue lo mejor…ya sabéis…
¡Todo un campeón!-adujo Michelle agarrando a Alice de los hombros.
¿Fue todo bien?-preguntó Myo aliviado-¡Cuánto me alegro!
¿Disfrutasteis el momento?-preguntó Priscille para asegurarse-Eso es lo que importa.
Los chicos se encaminaban hacia su aula.
El experimento está hecho…-dijo Alice muy cohibido-…el tiempo dirá.
¡El enano está helado hasta donde no os podéis imaginar!-dijo Michelle haciendo ademán de tiritar.
¡Michelle!-susurró Alice.
¡Perdona!-respondió Michelle-¡Era una forma de ROMPER EL HIELO!
Michelle empezó a reírse. Alice se le quedó mirando y también se rió.
Os ha sentado bien la tarde juntos, ¿eh?-preguntó Myo alegre.
Muchísimo.-dijo Michelle-Llegamos hasta el final…
…ya soy un hombre, supongo.-dijo Alice en voz muy baja.
Que tu mejor amigo te haya quitado la virginidad es una experiencia, cuanto menos, curiosa.-comentó Michelle-Bueno, ya sabéis que estamos conformes con todo lo que hayáis visto conveniente o apetecible hacer y que nos alegramos de que os haya salido bien.
. . .
¡Caer y levantarse!-dijo Priscille con tono animoso-¡La exhibición de la semana cultural tiene que ser sin igual!
Kirisame-senpai…-dijo un chico-…tanto nosotros, como los de Kárate, como los de Aikido vamos a participar en esta kata triple, ¿cómo vas a hacerlo para la semana cultural si capitaneas los tres equipos?
Fácil.-respondió Priscille poniéndose en guardia-Participaré en las tres y las encabezaré. Las katas son las tres seguidas y antes del concurso de preguntas interescolar, así que tendré tiempo. Ahora, quiero ver cómo intentas tirarme al suelo.
Lo cierto era que Priscille no parecía el mismo. La diferencia entre verlo en clase, siempre respondiendo todas las preguntas de los profesores y llenando pizarras con complicados problemas, verlo en el tatami, sin gafas, con su larga melena recogida y sus músculos tensos realizando hermosos movimientos, y  verlo en la calle, con su aspecto siniestro que nadie esperaría de un chico como él era abismal. El chico intentó hacerle una llave a Priscille, quien lo agarró de las solapas del judogi, se echó hacia atrás apoyando un pie en el abdomen de su pareja de entrenamiento, llegó al suelo, estiró la pierna y soltó a su compañero, lanzándolo por los aires hasta que cayó en el tatami, rodó y se levantó.
Buena agresividad, pero tienes que intentar predecir los movimientos del contrincante.-dijo Priscille mientras le hacía una señal para que volviera a intentarlo.
. . .
¡Venga, capitán, enséñales cómo se juega!-vitorearon los chicos del equipo de lacrosse.
Habíamos quedado en hacer un entrenamiento conjunto con el equipo de otra escuela…-dijo Michelle-¡esto está resultando una experiencia muy divertida! ¡Pasádmela, voy a enseñarles lo que es una buena goleada!
¡Arriba, Sakurai-taicho!-gritaron los compañeros de Michelle.
El juego prosiguió durante un buen rato. Finalmente, los del instituto Torikamiya ganaron a los del otro instituto, un equipo mixto que había accedido a entrenar con ellos. Alice estaba esperando en la puerta cuando Michelle volvió a los pasillos del centro.
¡Hola, pequeñajo!-saludó Michelle-¿No estabas cosiendo en casa?
Sí, he estado un rato, pero no me gusta pasar mucho tiempo sin parar porque es agotador y todavía no se me da bien.-explicó Alice-Verás, venía a verte porque sabía que ibas a estar jugando aquí…tengo algo que preguntarte.
Tú me dirás.-respondió Michelle-¿Me acompañas al vestuario y hablamos por el camino? Tengo que adecentarme un poquito para ir al hospital, ya sabes…
Claro.-respondió Alice mientras echaba a andar-Verás…he estado probando algunas cosas…quería intentar comprenderos mejor…comprenderte mejor.
Myo y Priscille también lo han hecho más de una vez, estoy seguro.-respondió Michelle con una sonrisa inocente con respecto al último comentario de su amigo-¿Y bien? ¿Te ha gustado?
Teóricamente, sí, pero no se parece en nada a como me lo hacías ayer.-explicó Alice-Me gustaría que me echases una mano…
Vale, pues.-respondió Michelle muy contento-Tenía pensado masturbarme en la ducha para relajarme después del partido, pero, ya que has venido, podemos hacerlo juntos. Los chicos de lacrosse son todos menores que yo, así que nadie nos interrumpirá en nuestro vestuario.
De acuerdo…-accedió Alice.
Una vez en el vestuario, se encerraron juntos en una cabina para cambiarse.
Hay muchas maneras de masturbarse, Alice.-explicó Michelle mientras soltaba su gran pene de entre su ropa-Has de encontrar el que más te guste y ponerlo en práctica cuando gustes para hacerlo cada vez mejor. Vamos, puedes sacar tu pene, quita esa cara de vergüenza, no es la primera vez que lo ves.-sonrió.
Alice sacó su pene y lo puso frente al de Michelle. Aún se sentía cohibido.
Vamos, vamos, relájate y disfruta.-dijo Michelle.
Acercó su pene al de Alice y comenzó a frotarlos entre sí suavemente. El cuerpo de su delgado amigo comenzó a temblar. La fina presencia de sudor en el pene de Michelle (acababa de terminar un entrenamiento y estaba empapado en sudor) hacía que el frotamiento fuese más suave y sutil.
Tu pene sigue tan frío como siempre, por lo que veo…-comentó Michelle, que ya había logrado una fuerte erección, para romper el hielo.
Y el tuyo tan caliente como de costumbre…-respondió Alice, que también estaba erecto ya.
Agarró su pene y comenzó a masturbarse torpemente.
Espera, espera…-dijo Michelle taimadamente-…es mejor así.
Se colocó a su lado y comenzó a masturbarse lentamente mientras Alice lo miraba. Intentó imitarlo.
Esta vez está mejor, pero será más placentero si te retiras el prepucio en cuanto puedas.-explicó Michelle-Masturbarse con el prepucio sin replegar merma el placer, te lo digo por experiencia,  aunque puedes hacerlo si lo deseas. Sólo lo hice algunas veces de pequeño, pero por curiosidad. Además, ahora me sería francamente difícil. Si te fijas, cuando mi pene se endurece, se me baja el prepucio casi completamente.
Alice asintió.
Sólo necesitaré calentarme un poco más…-dijo.
¿Así?-dijo Michelle sonriendo mientras masturbaba con suavidad a su amigo, que había bajado la guardia y había dejado su pene al descubierto.
…-Alice comenzó a extasiarse-…así.
Se llevó las manos al pene, rozándolas con la de su amigo, quien, con la otra mano, se masturbaba él mismo. Por fin logró retirarse el prepucio, para alegría de su gran amigo.
¡Bien!-respondió Michelle-¡Ahora empieza el placer de verdad! Mira, conforme lo vayas haciendo irás aprendiendo a poner los dedos…
Michelle se agachó y cogió el pene de Alice con las dos manos. Comenzó a apretarle levemente en distintos puntos mientras le explicaba cómo cambiaba una masturbación en función de si se apretaba o no en cada punto. Tras un par de minutos de explicación, Michelle se puso en pie otra vez.
No pretendo que te acuerdes de todo esto como si fuera para un examen, claro está.-respondió Michelle-Yo no soy profesional y todo esto lo he aprendido con la experiencia. Lo mejor es que pruebes y disfrutes. No obstante, sí que te voy a poner una prueba: vamos a masturbarnos el uno al otro y a intentar eyacular a la vez, ¿te hace?
Alice asintió. No veía por qué no.
Se agarraron el pene el uno al otro y comenzaron a masturbarse a un ritmo acelerado. Ambos empezaron a jadear y a gemir levemente. Las manos de Michelle eran expertas y causaban las delicias de Alice, mientras que las manos del último eran aún torpes, pero estimulaban en buena medida al musculoso chaval por lo frías que estaban, la textura que tenían y los movimientos tan poco frecuentes que hacía.
No me dejes atrás, Alice…-dijo Michelle entre jadeos-…aguanta un poco más…noto la presión en tu pene…
Baja el ritmo entonces…-dijo Alice mientras se esforzaba por masturbar más rápido a Michelle, aunque le estaba siendo muy difícil porque tenía un pene muy grande para masturbarlo con una mano.
Se te arruinará el orgasmo…-dijo Michelle-…vamos, vamos, aguanta, un poco más y…
Michelle comenzó a eyacular, soltando su característico torrente caudaloso. Simultáneamente, Alice se deshizo en un gemido y soltó un chorro de semen que manchó el suelo y parte de la pared.
Ha sido genial…-dijo Michelle mientras acariciaba el pene de Alice y jugaba con los restos de semen en él.
Lo mismo digo.-corroboró Alice a la vez que, con las dos manos, intentaba abarcar el pene de su amigo.
Tras limpiar y lavarse, se despidieron. Alice se fue a su casa hasta la hora de salir, mientras que Michelle se quedó en la ducha, aseándose y preparándose para ir al hospital a ver a sus padres.
. . .
Myo cruzaba las calles a paso muy ligero, casi corriendo. Eran casi las nueve y no quería llegar tarde. Llevaba un abrigo negro largo hasta la mitad de los muslos, una larga bufanda amarilla, unos bombachos negros y unas zapatillas negras de suela alta naranja con los cordones verdes.
Al llegar al reloj de la estación, distinguió a Alice, que llevaba los leotardos que se había llevado a clase la vez anterior junto con las botas y los mitones y al que le quedaban pocos pasos para llegar al punto de encuentro. Por otro camino vio a Priscille, que llevaba una camiseta negra con correas encorsetada, unos pantalones algo holgados con cadenas colgando, botas altas negras con muchísima suela, guantes negros hasta los codos, una pequeña sobrefalda gris en el lado derecho de la cadera y una blanca, tableada y más larga en el brazo izquierdo. Iba cubierto con una prenda larga, de color negro, completamente abierta, hasta los tobillos y sin mangas, en cuya espalda había dibujada una cruz dentro de una circunferencia. Llevaba el cabello recogido en una trenza que se había dejado caer por delante del hombro derecho, y la luz de las farolas se reflejaba en sus gafas.
Por detrás del reloj apareció Michelle, ataviado con una camiseta blanca ajustada, un faldón rojo de cuero sintético de aspecto bastante pesado, unos pantalones negros tan ajustados que definían perfectamente la forma de sus robustas piernas, unos botines grises oscuros un poco más altos que los que solía llevar en clase y, encima, su gabardina, esta vez puesta.
Los cuatro se encontraron, se saludaron y comenzaron a entablar conversación.
¡Nos hemos arreglado un montón para esta noche!-reparó Michelle.
La ocasión lo merece, ¿no es así?-dijo Priscille, quien parecía bastante más alto con las botas que llevaba, con las manos en los bolsillos.
¡Por supuesto!-respondió Myo con alegría-¡Esta noche tenemos que divertirnos al máximo!
Estoy de acuerdo.-dijo Alice mientras pegaba sus piernas.
¿Qué os apetece hacer?-preguntó Michelle.
Todo a lo que nos dé tiempo y nuestro dinero nos permita…-respondió Priscille.
Podríamos sentarnos a tomar algo en una de estas terrazas cubiertas de la estación, luego podríamos ir a los recreativos, a cenar y…-dijo Myo.
Adjudicado.-respondió Michelle-Y, luego, ya veremos lo que hacemos.
Después…-dijo Priscille-…seguro que hay algún pase del cine para trasnochadores. Y, tras ello, podríamos dar un paseo…
Suena a plan maravilloso.-respondió Alice.
Por cierto, ¿y tu hermano, Priscille?-preguntó Michelle-¿Qué ha pasado con él para que puedas salir con nosotros esta noche hasta tarde?
Está en casa de un amigo, se va a quedar allí a dormir…-explicó Priscille.
Echaron a andar hacia su cafetería favorita de la estación. Al girarse, ignoraron un centelleo efímero que se correspondía con unos ojos castaños que observaban con atención…
. . .
La noche había pasado demasiado rápido. Alice se despertó entre las blancas sábanas. Habían tomado unos refrescos en la cafetería, se habían dejado una buena cantidad de monedas en máquinas de videojuegos, bolos y billares, habían cenado unas deliciosas pizzas y habían ido al cine a ver una película de alienígenas muy absurda con la que se estuvieron riendo durante el resto de la velada. Llegó a su casa muy cansado, sin hacer ruido para no despertar a sus padres. La noche anterior no había podido dormir bien, por lo que aprovechó para estudiar, lo que le concedía buena parte de aquel sábado como tiempo libre. Recogió su futón, de color azul oscuro, y se vistió. Bajó las escaleras. Entró en la cocina, abrió el frigorífico, sacó agua y chocolate y cogió té de un armario. Comenzó a preparar una infusión de té al chocolate para desayunar.
Buenos días, Alice.-dijo su madre desde la puerta.
Buenos días, madre.-respondió el chico sin girarse.
La mujer, preocupada por la apatía de su hijo, aunque cada día más hecha a la idea de la misma, se fue. Sabía que su hijo estaba bien, pero le resultaba tan frío…
Hola, hijo.-dijo el padre de Alice mientras cruzaba el pasillo-Y adiós…hemos quedado con la tía Sayoko para tomar algo y comer juntos.
Que vaya bien.-dijo Alice mientras controlaba la temperatura de la infusión.
¿Estás lista, cariño?-preguntó el hombre.
La madre de Alice apareció con el abrigo puesto.
Sí, ya estoy.-dijo-Cariño, nos vamos, pásatelo bien. No dudes en llamarnos si nos necesitas.
Alice se dio la vuelta, los miró y asintió.
No os preocupéis.-dijo con una media sonrisa-Divertíos…
El matrimonio abandonó la vivienda. Alice terminó con su infusión y, tras bebérsela, decidió salir a dar un paseo. Cogió las llaves de su casa, limpió todo lo que había utilizado en la cocina y cerró con llave la puerta tras abandonar la casa. Había bastante niebla y la temperatura era bastante baja, aunque para el chico no era ningún problema. Decidió pasearse por un parque que estaba algo lejos de su casa.
Cuando llegó, bajó las escaleras que daban a un camino asfaltado que permitía cruzar el parque sin pisar la hierba. Había varios árboles y un amplio lago de cuya visión siempre disfrutaba Alice. Oyó un chapoteo, vio algo cruzando el aire y escuchó cómo se zambulló de nuevo. Se acercó a la orilla del lago para pasear por ahí. Lo que había visto sería un pez grande. En el momento en que estuvo cerca del lago, volvió a escuchar el ruido. Se giró y vio claramente cómo una chica delgada y algo musculada, embutida en un bañador escolar azul oscuro, emergía del lago, describía una parábola y volvía a zambullirse. ¿Qué haría una chica menor que Alice buceando en el lago?
No le dio importancia y siguió caminando. Escuchó de nuevo el chapoteo y, a continuación, una voz femenina.
¡Eh, hola!-gritó una chica.
Alice ignoró la voz. No le gustaba socializar.
¡Eh!-insistió la voz de chica.
El chico oía claramente los pasos: estaba corriendo hacia él. A los pocos segundos, ya estaba frente a él.
¿No me has oído?-preguntó la chica con los brazos en jarras.
Era incluso más baja que Alice. Tenía un rostro infantil, el pelo castaño y cortado a cazo hasta la altura de la barbilla. Sus ojos eran castaños también, pero de un tono más claro. Su baja estatura, su forma de hablar y su pecho plano delataban su corta edad.
¿Por qué siempre os empeñáis en ignorarme?-se indignó la chica-¿No habláis nunca con las chicas si no tienen esas…ubres de vaca? ¡Esas gordas no tienen ni la mitad de aguante que yo!
Alice seguía sin saber qué tenía que ver con él el hecho de que esa niña estuviese acomplejada por su ausencia de pecho.
¡Todos los chicos que me ven me dan la espalda!-gritó enfurecida-¡Me dicen que soy una marimacho, que soy fea, que no soy femenina! ¿Tan difícil es para mí encontrar a un hombre? ¿Estoy condenada a no tener novio porque me gusta nadar?
Alice decidió seguir andando.
¡No te atrevas a pasar de mí, te estoy diciendo que me escuches!-gritó la chica-¿Acaso no tienes sentimientos? ¿O no te va a importar lo mal que me sienta si no soy alta, esbelta, bella ni tengo unos pechos desproporcionados? ¡Me esfuerzo mucho para superarme a mí misma! ¡Sólo quiero gustarle a alguien! ¡GUSTARLE A ALGUIEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEN!
La voz de la chica se distorsionó y se hizo adulta. Alice volvió a girarse hacia la chica, horrorizado. ¿Acaso…
¡HARÉ LO QUE SEA…-gritó la chica mientras se convulsionaba-…PARA ATRAER A UN HOMBRE! ¡ARGHHHHH!
El bañador de la chica se rompió por la mitad mientras que le crecían dos enormes senos. Su melena se estaba alargando a un ritmo muy acelerado, y estaba creciendo en altura. Sus piernas, de pronto, se juntaron y comenzaron a convertirse en una a la vez que adquirían un tono azul y se cubrían de escamas. El bañador terminó de caérsele, mostrando su vulva casi lampiña, que pronto se agrandó y se cubrió de dientes que se vieron rodeados por las escamas.
¡HOMBREEEEEEEEEEEEES!-gritó lo que antes era una chica mientras se tiraba al agua.
Cuando emergió, dejó ver en lo que se había convertido. Su larga melena, que se había vuelto rubia, le tapaba los pezones. Era una nereida con vagina dentada y pechos enormes. Su musculatura se había deshecho, y ahora era esbelta. Su azulada cola de pez era enorme y, en lugar de cubrir la cintura, se abría en triángulo hacia abajo, dejando la vulva al descubierto. Su rostro era seductor y sus ojos se habían vuelto verdes.
¡VEN CONMIGO AL AGUA!-gritó la criatura mientras saltaba a por Alice para arrastrarlo al lago.
¡NO!-Alice comenzó a correr despavorido.
La criatura lo agarró de un tobillo y lo tiró al suelo.
Eres débil, pequeño humano…-dijo la nereida mientras lo arrastraba al lago-…no tienes nada de fuerza con la que defenderte, estás condenado a vivir conmigo en las profundidades. Por fin…mi hombre…
Alice intentaba agarrarse a la hierba para impedir el arrastre, pero no le servía de nada: toda la que agarraba era arrancada por la fuerza de la criatura. Si las cosas no cambiaban, aquel monstruo lo hundiría…
¿Cómo quieres que llamemos a nuestra hija?-preguntó dulcemente la criatura mientras anulaba los intentos de forcejeo del chico-Estás deseando hacerlo conmigo, ¿verdad?
El chico recordó la asquerosa imagen del órgano sexual dentado de aquella aberración.
¡No, no!-gritó el chico mientras braceaba y pataleaba para intentar librarse de la nereida-¡NO!
En uno de sus aspavientos, oyó gritar al monstruo y notó cómo le soltaba del tobillo. Aprovechando el momento, se dio la vuelta y se incorporó para ver cómo la nereida sacudía los brazos con los ojos cerrados. No entendía nada… ¿estaría enferma?
Se fijó mejor. Lo que la nereida intentaba espantar eran unas residuales partículas brillantes que había en el aire. ¿Y si…
El poder…-dijo Alice sorprendido-…¡tal vez me lo hayan transmitido!
Recordó lo que había hecho justo antes de que el monstruo gritara: mover el brazo derecho hacia ella. Volvió a intentarlo, pero, como no tenía fuerza ninguna y, además, tenía miedo, sólo consiguió alzarlo un poco. El agua se congeló en un pequeño radio alrededor de la cola de la nereida.
¿QUÉ CREES QUE HACES?-chilló la criatura-¡Ven conmigo ahora mismo!
La nereida volvió a saltar del agua, rompiendo el disco de hielo.
¡Vamos!-dijo Alice mientras agitaba sus manos desesperadamente-¡VAMOS!
Una neblina azulada envolvió a la nereida y empezó a congelar su piel y sus escamas de manera leve.
¡NOOOOO!-chilló mientras se apoyaba en el suelo con las manos y volvía al agua para que se le derritiera el hielo.
Parece ser que tengo el poder del hielo…-dedujo Alice-…tengo la ventaja. Puedo hacerlo. Debo hacerlo. Por Myo y Michelle, que también lo hicieron, y por Priscille, pues gracias a él hice lo que hice y tengo el poder.
Al pensar en sus amigos, algo en él pareció cambiar. Apuntó a su enemiga con la palma de la mano. Una gran masa de agua a su alrededor comenzó a congelarse. El hielo se extendió hacia las profundidades del lago, formando un pilar que inmovilizaría a aquella criatura. Su vulva dentada parecía rugir. Se abrió en señal de protesta, mostrando las afiladas púas que rodeaban el interior de su vagina.
Qué asco…-pensó Alice.
Necesito un arma para darte el golpe de gracia…-dijo Alice ignorando las maldiciones e improperios de la nereida-… ¿cómo se activará?
La nereida proyectó unas extrañas ondas con sus manos, distorsionando el aire alrededor del chico. Éste comenzó a acercarse peligrosamente a ella.
Así, ¡muy bien!-elogió la nereida-¡Ven a mí! ¡Hagámonos uno!
¿Qué le haces…-dijo Alice intentando resistirse-…a mi cuerpo?
Manipularlo, ¿no lo ves?-dijo la nereida con sorna.
En cuanto Alice puso un pie en el disco de hielo que cercaba a la criatura, éste ascendió hasta congelarla hasta los codos, impidiendo el movimiento de sus brazos y cesando el embrujo, circunstancia que el chico aprovechó para alejarse. Lo estaba haciendo. A pesar de tener miedo, estaba lidiando con una nereida gigantesca. Sus amigos tenían que ver que toda la protección, el cariño y el apoyo que le habían dado estaban dando su fruto y estaban haciendo de Alice una buena persona. Sus amigos…gracias a ellos…lo eran todo para él.
Puso una expresión facial seria y apuntó al rostro de la criatura con la palma de la mano. Una brisa suave comenzó a girar en torno al tronco superior de la criatura, congelándola gradualmente.
¡No!-chilló la criatura-¡Maldito seas!
Pasados unos segundos, la nereida era un pilar de hielo sobresaliendo del agua. Se escuchó un fuerte ruido de desencaje y, acto seguido, la criatura apareció detrás del bloque de hielo, golpeándolo con la cola y lanzándolo contra Alice, quien, por el gran tamaño que tenía aquel témpano, no fue capaz de esquivarlo y cayó al suelo con él encima en un fuerte golpe.
Mi cola no estaba congelada, incauto…-se jactó la nereida mientras saltaba para lanzarse en picado desde el aire contra Alice.
El chico se intentó incorporar, pero el bloque de hielo era demasiado pesado y no tenía fuerza muscular para moverlo. La nereida caía en vertical contra él cuan grande era, pero el témpano hizo de escudo y se desquebrajó al impactar en él la mano de la criatura.
…-Alice miró a la criatura a los ojos.
El bloque estalló en pequeños cristales de hielo que volaron, formando una ventisca que arrastró a la nereida hasta dejarla en el suelo.
¡NOOOO!-chilló la criatura, pues no podía propulsarse ni moverse bien fuera del agua.
Alice se levantó, dolorido y magullado. Tambaleándose, apuntó con la mano al yaciente monstruo, pero no logró la congelación. Se llevó, en su lugar, un fuerte coletazo de la nereida.
Fue propulsado de espaldas contra un árbol, pero, por suerte, no se golpeó la cabeza.
¡YA QUE NO PUEDO HACERTE MÍO, HARÉ QUE NO SEAS DE NADIE!-chilló la nereida mientras agitaba su fuerte y enorme cola de pez.
Alice cayó al suelo boca abajo. Intentó gatear. Tras ver que podía mantenerse, se puso en pie con lentitud.
Vamos…-dijo Alice-…el arma…y se acabará esta pesadilla.
Entonces vislumbró el mismo resplandor que había hecho antes que la nereida se llevase las manos a la cara. Algo fino, duro y alargado estaba en su mano derecha. Mientras giraba la cabeza hacia ella, deseaba que fuera un mango, una empuñadura o algo relacionado con un arma.
Bien…-se alivió Alice mientras intentaba no llorar del dolor.
Del mango, de color azul muy oscuro, salía una larga tira de una cierta anchura, de color azul celeste con reflejos.
¡Un látigo!-se sorprendió Alice-¡Y es enorme! No creo que tenga fuerza para moverlo bien, pero servirá…
Agitó el brazo derecho para ver qué conseguía hacer. La tira se desplazó grácilmente, haciendo un dibujo en el aire antes de volver a caer.
No es un látigo…-reparó Alice-… ¡es una cinta! ¿¡Una cinta!?
El chico recordó que, desde pequeño, siempre había querido practicar gimnasia rítmica, pero nunca se había atrevido a hacerlo porque no quería relacionarse con la gente. Años después, tenía una cinta en sus manos…para defenderse de una nereida. Surrealista.
Acércate, pequeño…-dijo la nereida, extenuada, mientras embrujaba de nuevo a Alice.
El joven se vio obligado a acercarse a ella los suficientes pasos como para llevarse otro coletazo y salir expelido. Sin soltar la cinta, Alice intentó agitarla en el aire, de tal manera que la punta tocó el suelo y amortiguó su caída, permitiéndole descender grácilmente. Lanzó el brazo derecho hacia delante por encima de su cabeza como si quisiera tirar una caña de pescar. La cinta se alargó hasta la nereida y la ató de las muñecas, inutilizando su embrujo.
¿La longitud de la cinta varía?-se percató Alice.
Comenzó a acercarse a su enemiga, observando cómo la cinta se acortaba para mantener constante su tensión.
Comprendo algo…-dijo Alice-…pero sigo sin saber usarla, y sigo sin valer para luchar.
La nereida profirió un chillido que produjo un eco en la cabeza de Alice tal que lo desequilibró y lo tiró al suelo. Tan pronto como se deshizo de la atadura, intentó arrastrarse con las manos hacia él con intenciones de violarlo. El chico miró hacia su dirección y vio lo que intentaba. Si pudiera fustigarla con fuerza, acabaría con ella…pero ni su arma era un látigo ni él tenía fuerza.
Desesperado, hizo un último movimiento con la cinta que consiguió tocar en la cola de su enemiga. Se enredó y atrapó por completo la cola de la criatura con una fuerza tal que dejó de poder moverla.
¡MORIRÁS VIOLADO!-chilló enfurecido aquel monstruo.
Gracias…-dijo Alice-…por decirme lo de tu cola.
La cola de la nereida se estaba congelando progresivamente.
¡NOOOOOOOOOO!-gritó, volviendo a producir un eco en Alice-¡ME MATARÁS SI CONGELAS MI COLA!
Alice resistió el chillido con todas sus fuerzas mientras de sus ojos brotaban lágrimas de dolor. Le iba a explotar la cabeza.
Lo siento…-dijo Alice-pero…o tú…o yo…
Con un sonido muy característico, la cola de la nereida terminó de congelarse. En un estridente grito, dejó caer su tronco superior boca abajo sobre el suelo. Su melena se desparramó sobre su espalda y sus senos se abombaron contra el suelo. En pocos segundos, se desvaneció reventando en partículas negras.
Lo…-dijo Alice-…lo logré…
La cinta se deshizo por completo y todos los trozos residuales de hielo se fundieron. Alice caminó hasta un árbol y sacó su móvil. Sabía lo que le iba a pasar: se iba a desmayar. Intentó ser un poco listo y dejarse caer tras un árbol por cuyo lado poca gente pasaba. Agarró con fuerza el móvil mientras se lo guardaba de nuevo en el bolsillo sin soltarlo y se dejó caer, con la espalda apoyada en el árbol. Un sopor se apoderó de él y le quitó el conocimiento.

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